El aceite de oliva, una apuesta irrenunciable.

Nos encontramos en una encrucijada para la Unión Europea y, muy especialmente, para la Política Agrícola Común (PAC), que determinará, en gran medida, el futuro de la agricultura comunitaria en general y de la española y andaluza en particular durante los próximos siete años. El campo andaluz, y en concreto el olivar, su cultivo más representativo, se juega mucho en el resultado de las negociaciones sobre el presupuesto y el modelo de la PAC que queremos.

El olivar andaluz, con 1,5 millones de hectáreas y un volumen de producción que ronda el millón de toneladas, constituye una de las más arraigadas señas de identidad de nuestra tierra. Trasciende la vertiente exclusivamente agraria para convertirse en elemento decisivo en la conformación del entramado social, cultural y ambiental de más de 300 municipios andaluces.

Desde el Gobierno andaluz no vamos a cejar en nuestro empeño para que nuestro sector oleícola conserve el lugar que le corresponde. Porque ello significa asegurar la rentabilidad y viabilidad de las 250.000 familias que hacen del oro verde un verdadero motor de desarrollo socioeconómico de Andalucía. Es preciso tener en cuenta que en torno a este producto se genera el 40% del empleo agrario y las exportaciones, solo en aceite, equivalen a más de 1.300 millones de euros.

Por eso, en un momento como el actual en el que nos jugamos tanto y en el que nos hemos visto inmersos en ataques comerciales por parte de países competidores, este sector estratégico ha de continuar su proceso modernizador, tarea en la que va a encontrar siempre el apoyo del Gobierno andaluz para seguir manteniendo su liderazgo en producción y situarse también a la cabeza en comercialización.

Hoy más que nunca, la apuesta por la calidad es una estrategia de presente que nos abre la puerta al futuro. El Gobierno andaluz ha puesto a disposición del sector la Estrategia Andaluza para la Incentivación del Aceite de Oliva, un documento en el que se recogen diez medidas dirigidas a impulsar la calidad y afrontar los retos más inmediatos. Y no hace mucho aprobamos la Ley del Olivar, dos ejemplos que reflejan que seguimos muy de cerca esta realidad.

Por su parte, el sector oleícola andaluz ha realizado un gran esfuerzo por mejorar el cultivo y las técnicas de extracción, el envasado y conservación de los aceites de oliva vírgenes, alcanzando unos niveles de calidad que son reconocidos en todos los países a los que exporta. Pero hoy día la calidad, con ser lo principal, no basta. Hay otros factores también claves a la hora de amplificar las posibilidades de negocio.

Debemos consolidar el camino hacia una mejor comercialización que nos permita posicionarnos también en mercados emergentes como el de China, en el que ya somos líderes absolutos por delante de países como Italia. Y se han de promover actuaciones que contribuyan a acrecentar la competitividad desde la fortaleza que da la unión. Necesitamos, en este sentido, compañías de mayor tamaño que puedan ser más competitivas y que puedan desplegar un mayor poder de negociación frente a una distribución cada vez más potente.

El creciente consumo de aceite de oliva en todo el mundo, donde es reconocido no sólo como un alimento sino como una fuente de salud, ha de ser una oportunidad que no podemos desaprovechar. Y resulta indispensable que la UE sea sensible e inteligente a la hora de enfocar sus ayudas porque de lo contrario podremos estar haciéndole un daño mortal a un sector, reitero, clave para Andalucía y España.

La del aceite de oliva ha de ser una apuesta irrenunciable para todos, también para el Gobierno de España. Contamos con la mejor materia prima y con un saber hacer que hunde sus raíces en nuestra historia. No podemos darle la espalda a un cultivo y un producto que nos aporta empleo, riqueza, salud, gastronomía, cultura y, no se olvide, un factor diferencial clave, su enorme calidad, frente a la competencia.

 

José Antonio Griñán Martínez

Presidente de la Junta de Andalucía

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