la calidad, un reto de presente y futuro

El aceite de oliva es mucho más que uno de los productos estrella de nuestra gastronomía, pilar fundamental de la Dieta Mediterránea, declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Con  una extensión de 1,5 millones de hectáreas, del olivar dependen 250.000 familias de más de 300 municipios, siendo la base de la economía rural de un buen número de pueblos andaluces. Es un motor económico de primer orden y, por tanto, un producto estratégico para Andalucía. En estos momentos, en nuestra tierra se produce el 84,2% de todo el aceite español, el 51 por ciento de la Unión Europea  y el 37 por ciento mundial. En definitiva, somos líderes lo cual nos obliga a una apuesta constante por mejorar.

El sector olivarero andaluz debe aprovechar sus fortalezas. Es un sector moderno, que cuenta con el apoyo institucional, competitivo y cada vez está más internacionalizado. Sin embargo, aún nos queda trabajo por hacer para ganar en eficiencia, y para ello tenemos que ser capaces de lograr un sector agroalimentario con una mayor dimensión, con fortaleza empresarial y capaz de obtener el máximo valor añadido. Un sector que debe construir su valor en tres pilares fundamentales: calidad, sostenibilidad e innovación, y no sólo en el ámbito industrial, sino también en el de la producción.

Desde la Consejería que tengo la responsabilidad de dirigir, somos muy conscientes de lo importante que es trabajar de forma estrecha con las organizaciones agrarias, las cooperativas y los representantes sectoriales para impulsar, de forma conjunta, aquellas políticas que nos permitan seguir avanzando y alcanzar estos retos del sector.

En este sentido,  no hay que olvidar los importantes cambios tanto en el cultivo como en la fase industrial que el propio sector ha realizado; cambios que se han traducido en la obtención de los mejores zumos de aceite de oliva virgen extra. De ese proceso evolutivo destacan la incorporación de métodos de producción más profesionalizados y sostenibles, como la producción integrada, y la reconversión del proceso de molturación, que garantiza el máximo aprovechamiento de la calidad de la aceituna.

Todo este esfuerzo conjunto para consolidar un sector más moderno ha hecho posible que en la actualidad nuestros aceites sean merecedores de la más alta calidad. Y este buen hacer se evidencia, además, en el hecho de que, actualmente, Andalucía cuenta con 12 Denominaciones de Origen Protegida de aceite de oliva virgen extra, que suponen todo un reconocimiento a la diversidad y calidad de nuestra producción oleícola, a la vez que una garantía para los consumidores.

La concentración de la oferta en el sector del aceite es otra de las líneas prioritarias por la que apuesta esta Consejería, teniendo en cuenta que la mejora en la eficacia de la gestión empresarial pasa, en muchas ocasiones, por empresas de mayor tamaño que puedan ser competitivas frente a una distribución cada vez más potente. Por ello, se han puesto en marcha ayudas destinadas a fomentar la integración, la fusión y la cooperación de empresas y se han priorizado las actuaciones de modernización de industrias resultantes de grandes proyectos de concentración.

Nos encontramos en el buen camino y buena muestra de ello son los numerosos galardones con los que están siendo reconocidos nuestros aceites de oliva virgen extra en certámenes y premios internacionales, que ponen de manifiesto la continua apuesta del sector oleícola andaluz por la calidad. Pero no debemos conformarnos. Es clave que seamos conscientes de que la calidad, la concentración, la eficiencia, el valor añadido y la fortaleza empresarial deben tomarse como retos de presente y de futuro para el sector y, afortunadamente, contamos con las herramientas y las claves para lograrlo.

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