No tengo nada en contra de que haya mogollón de premios, certámenes y guías  que fomentan un producto excepcional como el AOVE y se distinga lo que se hace de forma excelsa. Unos galardones que suelen ser un reclamo promocional al constituir un espaldarazo para reconocer la excelencia, aumentar así las ventas y el negocio de muchas marcas de aceites de oliva virgen extra, que es la razón de ser de cualquier empresa. Al fin y al cabo, todo ello suma, o al menos no resta.

No hay nada que objetar a este respecto y es muy legítimo siempre que se hagan desde criterios profesionales y objetivos. Porque los premios suponen un estímulo y un acicate para las marcas reconocidas que generalmente redundan en la mejora de su cuenta de resultados. Y conviene que no nos olvidemos que estamos hablando de empresas y de hacer negocio. Y los premios son siempre una palmada valiosa y un soplo de estima para seguir en el camino hacia la ansiada excelencia.

En lo que tengo mis dudas es en que haya un exceso de “premitis”, si me permiten la expresión, y que nos obsesionemos con los reconocimientos y con los galardones por doquier. Yo tengo claro que premios “Champion” o “pata negra” no hay muchos, pues para mí se pueden contar con los dedos de una mano, pero reitero que no tengo nada en contra de que haya muchos si ello contribuye a la promoción y a la mejora del negocio.

Pero lo que menos razón de ser tiene a mi juicio es que los premios se entreguen de forma anacrónica, a destiempo; es decir, pasada ya la correspondiente campaña oleícola en la que han sido afortunados con esos premios de campanilla, cuando ya casi que no les queda producto para comercializar con ese reconocido marchamo por el que han sido distinguidos.

No creo que cueste mucho trabajo que se otorguen en tiempo y forma en la campaña en la que han sido reconocidos para que las empresas puedan gestionar sus tiempos y sus propias estrategias de comercialización y de promoción por tan valioso trofeo. Así se le echaría una mano y se le daría un empujón para intentar incrementar su cuenta de resultados como justa y razonable recompensa a tan distinguido premio. Porque los premios no van de mirarse el ombligo, sí de reconocer la calidad, incentivar el buen hacer y aumentar finalmente las ventas.

*Asensio López, director de Oleum Xauen

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