La crisis sanitaria declarada a mediados de marzo por el coronavirus y la consiguiente aprobación del estado del alarma provocó que se perturbara la normalidad, ¡y de qué manera!, se suprimiera la agenda de actos públicos de toda la primavera, se suspendieran los principales eventos oleícolas y se pospusieran y aplazaran las ferias de muestras, foros, congresos, fiestas y demás acontecimientos relacionados con el sector del olivar y de los aceites de oliva.
Ferias y eventos oleícolas de todo tipo han sufrido las consecuencias de la pandemia y durante este tiempo de confinamiento nos hemos reinventado y hasta hemos aprendido muchos “palabros” en inglés; todo muy online, formándonos en webinar a través de plataformas digitales y comercializando nuestro oro líquido por delivery. Semánticamente muy “british” todo, si me permite la nota de humor, aunque no esté el sector oleícola ni la vida post Covid-19 para bromas.
Hoy estrenamos el verano y con él la nueva era de lo que se ha bautizado como la nueva normalidad en un sector que parece seguir en estado de alarma por el enquistamiento de la crisis en el olivar y en los aceites de oliva, un sector en permanente alerta en los últimos meses que no ha sabido, o no ha podido, o no ha querido, o de todo un poco, estructurarse adecuadamente ni dar con la tecla para buscar soluciones idóneas a sus seculares lastres y rémoras.
Bueno sería que ahora que se vuelve a salir con total libertad en la movilidad repensáramos qué puede hacer cada uno dentro de sus posibilidades, qué papel deben jugar las administraciones y qué urgencias debe acometer el propio sector oleícola para remontar una delicada situación que varía en función del tipo de olivar del que hablemos. Pero sin tanto teorizar, a ser posible con el interés general como objetivo, sin ruido, sin retórica, con hechos, con obras, con acciones, sin bullas, sin artificios, sin mirar para otro lado… ya es hora de buenas noticias. Nos las merecemos.
*Asensio López, director de Oleum Xauen.