Este próximo sábado acaba la campaña oleícola 2022-2023, la de los precios de los aceites de oliva en máximos históricos en un escenario inédito por las expectativas que se barruntan para la venidera como consecuencia de la emergencia climática que ha tenido y tiene funestas consecuencias para la producción en esta cosecha y en la que está próxima a recolectar. Una circunstancia que ha provocado un profundo desequilibrio entre la oferta y la demanda al constatarse la segunda peor campaña del siglo XXI en términos productivos y en altos costes de producción.

Y a pesar de todo ello se ha producido, en palabras del presidente del consejo regulador de la IGP Aceite de Jaén, Manuel Parras, “la paradoja de un lujo” por cuanto los productores no han podido aprovecharse de esos precios altos. Pese a todo ello, resalta, que la demanda a los aceites de oliva “es muy fiel porque, ante estos precios altos, consumen menos pero sin pasarse a otros más baratos”.

En tono más lírico se pronuncia el director de la Asociación Española de Municipios del Olivo (AEMO), José María Penco, para describir esta campaña tan complicada con los daños colaterales que deja: “Aguas bravas y revueltas nunca antes surcadas”, subraya, para expresar la perplejidad existente ante esta “nueva y extrema situación”. Y en este escenario de crisis reconoce que al no haber casi producto “sólo nos queda resistir”.

Por su parte, el presidente de Jaencoop, Cristóbal Gallego, como todas las fuentes consultadas por Oleum Xauen, alude al agua como elemento imprescindible a tener en cuenta. “Es fundamental que el agua riegue nuestro olivar porque, además, es la mejor manera de mantener fijada la población en nuestros pueblos”.

Así se posiciona de forma contundente el secretario de la UPA en Andalucía, Cristóbal Cano, respecto al preciado líquido: “con respecto al agua ni un paso atrás en nuevas infraestructuras (nuevos embalses, balsas, etc.) ni en nuevas posibilidades como las aguas regeneradas que aporten más recursos para el sector. Pero junto a esto, debe de ponerse sobre la mesa un nuevo reparto más justo y social del agua, que priorice formas de cultivo más sostenibles y que a una dotación corta (aproximadamente 1.300 metros cúbicos/ha.) tengan el mayor retorno socioeconómico y esto tiene nombre y apellidos: olivar tradicional gestionado por explotaciones familiares profesionales”.

Cristóbal Cano tiene claro que el sector oleícola ha pasado en esta campaña “por una prueba de resistencia sin precedentes” por esta crisis climática y por el notorio aumento de los costes de producción, que han propiciado el hecho insólito de tener dos malas y consecutivas cosechas. A pesar de todo, destaca “la fortaleza y la fidelidad” que tienen los aceites de oliva para el consumidor, lo que hará que se supere ampliamente el millón de toneladas de aceites de oliva comercializados.

Además, Cano recomienda que se siga incidiendo en la promoción y en las bondades de los zumos de aceituna, así como en trabajar por la búsqueda de herramientas para futuras campañas de producciones altas que permitan la estabilidad en los mercados. Por eso, propone que a la Ley de la Cadena Alimentaria se le han de añadir un índice de costes de producción que sea marcado por la Administración, así como un observatorio de márgenes comerciales para la gran distribución porque “son más necesarios que nunca. Estas medidas de regulación de los mercados ya la pedíamos en 2019, cuando los precios estaban a dos euros, y lo seguimos pidiendo ahora que están a ocho. Son escenarios que protegen, en escenarios de dificultad a los dos eslabones más débiles de la cadena: el olivarero y el consumidor”.

El secretario provincial de la COAG, Juan Luis Ávila, insiste en que la clave debe estar en que el aceite de oliva se puede vender a precios razonables sin que afecte al consumo. “No hablo de ocho euros, eso sí de cuatro o cinco”, apostilla.

Baltasar Alarcón, de la DOP Sierra de Cazorla,sintetiza las lecciones de esta campaña en “injusto, sostenibilidad y peligro. Injusto porque la sensación que me deja es, que pase lo que pase, parece que los precios del aceite de oliva en sus diferentes categorías nunca son justos.  Cuando han estado a menos de dos euros la opinión pública no ha clamado por un precio que no hacía justicia al esfuerzo que conllevaba producirlo, pero ahora que está próximo a los nueve euros todos nos rasgamos las vestiduras, ni en un extremo ni en el otro el productor tiene la culpa de los designios de un mercado que parece dejado al capricho de unos pocos, pero se focaliza la culpa en quien menos culpa tiene y se le atiza esgrimiendo que ha subido un % por encima de otros productos sin explicar que partimos de un subsuelo que no hacía rentable el cultivo en muchos casos”.

En cuanto a sostenibilidad, Alarcón se refiere al hecho que “si algo nos están enseñando los últimos años es a redoblar los esfuerzos por producir el máximo con los mínimos recursos, el agua hoy más que nunca es un tesoro a cuidar y optimizar, tenemos que optimizar cada gota que empleemos en nuestros olivares, no hay una relación directa entre la cantidad de agua empleada en el riego de nuestras parcelas y la producción de las mismas por las condiciones edafológicas de nuestros suelos tenemos que adecuar el uso de recursos naturales como el agua a las características de nuestros suelos y aplicar en general la tecnología a nuestro olivar para optimizar los recursos que se empleen en el mismo”.

“Y peligro porque en años como estos nos damos cuenta de los riesgos que tenemos cuando una provincia como la nuestra no tiene un “plan B” en su economía y lo apuesta todo a la economía del olivar. Si el olivar falla por cuestiones que no se pueden controlar, como pueden ser los factores naturales, nosotros podemos paliar estos efectos hasta cierto punto con nuestra tecnología, pero la naturaleza es la única que puede hacer buena la ayuda tecnológica; si no nos echa una mano, al final la ausencia de un “plan B” nos puede pasar factura con una climatología tan incierta como la de los últimos tiempos”, argumenta.

Mientras, el director de la Asociación Española de la Industria y el Comercio Exportador del Aceite de Oliva (Asoliva), Rafael Pico, considera que se pueden extraer varias lecciones de esta campaña oleícola, entre ellas el de la estimación de producción. “Nadie pensaba que íbamos a tener 664.000 toneladas esta campaña, y esto es una realidad; y, sin embargo, todo el mundo dice que vamos a tener dos millones y aquí no aparecen por ningún sitio”, sostiene.

Y añade que España es líder en en este producto, por lo que resalta su poder de comercialización para defender la necesidad de que haya importaciones. “Necesitamos importar para no perder mercados o para que otros países no se metan”, alerta. Y tras aludir a que nunca se habían visto estos precios de los aceites de oliva, demanda que se impulsen “con firmeza” campañas de promoción para cuando aumente la producción con el fin de recuperar mercados y consumidores. Junto a ello, considera que la Ley de la Cadena Alimentaria y los costes de producción son “una ley inflacionista que va en detrimento del consumo y de los consumidores. Eso es una realidad”, concluye.

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