La próxima campaña oleícola 2024-2025 será diferente a la actual, como distintas son todas las campañas, aunque algunas parezca que son semejantes. No hay dos iguales, como no hay dos gotas de agua idénticas, aunque lo puedan parecer. Ya mismo acaba un tiempo inédito y nos disponemos a vivir otro periodo que de momento es desconocido y esperemos que menos turbulento, aunque hay indicios que nos ayudan ya a descifrar el horizonte.

Tres gran desafíos, tres retos, tres objetivos son a mi juicio los asuntos en los que el sector tiene que centrar sus afanes y sus empeños. No son los únicos, pero creo que los más urgentes y relevantes en el corto plazo son la disponibilidad final de aceites de oliva que haya en su conjunto; la perentoria necesidad de estimular y aumentar el consumo de la mejor y más saludable grasa vegetal, y estar atentos al comportamiento que tendrán los precios de los aceites de oliva, si finalmente hay desescalada o si se producirán tensiones en los mercados.

Me atrevería a asegurar que la disponibilidad de aceites de oliva en la nueva campaña será superior a la precedente, la 2023-2024, en la que pese a la escasa cosecha que ha habido en España (1,3 millones de toneladas) si incluimos las 851.000 de producción, las 248.000 de enlace y algo más de 200.000 toneladas que habrá de importaciones. Está por ver aún cuál será la cosecha de la próxima campaña, así como la escasa cifra excedentaria de aceites y cómo será el comportamiento de las importaciones. Todo indica que Jaén aumentará sensiblemente la producción, aunque habrá que ver cómo cuelga la aceituna en los olivos de otros territorios, donde la cosecha es muy heterogénea y desigual, según me cuentan. Y eso sin entrar en detalles de cómo será la producción en otros países, pues no hace falta recordar que vivimos en un mundo globalizado.

El aumento y la promoción del consumo de aceites de oliva es otra de las grandes tareas a las que tiene que hacer frente el sector tras la bajada producida, primero con cambios de hábitos y luego con trasvase a otras grasas vegetales después de dispararse los precios. Todo esfuerzo que se haga en este apartado es poco, por lo que hay que redoblar el trabajo y multiplicar las energías y las estrategias con el fin conseguir incrementar la ingesta media de 6 litros per cápita de aceites de oliva (aceite de oliva, virgen y virgen extra) conseguida en los hogares españoles en el año 2023, una cifra que llega hasta los casi diez litros por persona y año si incluimos todas las grasas vegetales, con el girasol a la cabeza.

Y finalmente habrá que hacerle un seguimiento exhaustivo y estar expectante al siempre controvertido asunto de las cotizaciones de los aceites de oliva, primero en el mercado de origen, y luego en destino, para ver cómo será su trayectoria, si se produce una desescalada, si mantienen su fortaleza, si hay tensiones en los mercados, cuál será su suelo y su techo, o si se encaminan por una senda de equilibrio que cuenten con el beneplácito del mayor número de consumidores, que son los que finalmente dan y quitan razones, los que lo compran y lo consumen, sin desmerecer las rentas de los productores que tienen que vivir dignamente de este estratégico y saludable producto.

Y todo ello habría que hacerlo con sentido común, con los pies en el suelo, sin nervios, con la madurez y la experiencia del que debería tener la lección bien aprendida para que salgan los números.

*Asensio López, director de Oleum Xauen

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