Estrenamos septiembre, con el que enfilamos el último mes de un tiempo que ha sido inédito en estas dos últimas campañas oleícolas derivado de la emergencia climática que ha traído un periodo prolongado de falta de lluvias y olas de calor, fundamentalmente, lo que dio lugar a dos paupérrimas cosechas consecutivas, lo nunca visto.
Igual de desconocido que esta crisis de oferta que ha disparado los precios y los ha elevado a máximos históricos por la falta de producto y por la fidelidad de los consumidores que han aguantado, en líneas generales, los tirones de las tensiones de precios, aunque eso no fue óbice para que se haya socavado finalmente en parte el consumo, primero con cambios de hábitos y luego con trasvase a otras grasas vegetales.
Y ahora tenemos a la vuelta de la esquina la campaña 2024-2025, para la que ya se calientan motores. Y es oportuno subrayar que no hay dos idénticas. Todas son diferentes, bien en esencia o en matices. Y por supuesto esta no va a ser menos, pese a que seguimos en un compás de espera por la falta de lluvias, socorridas por el extraordinario regalo de las precipitaciones del mes de marzo, con el que se salvaron los muebles de una situación de estrés hídrico acuciante que dio un respiro a un olivar más que reseco.
De ahí los brotes verdes y las mejores expectativas de cosecha que se esperan ahora. Una cosecha que a priori se cataloga de media, aunque con las oportunas reservas y la cautela que son necesarias para ver cómo viene la otoñada en cuanto a agua y temperaturas, así como su influencia en el rendimiento medio una vez concluya el delicado proceso de la lipogénesis.
El actual escenario de la campaña invita a pensar que las existencias podrían situarse entre las 150.000 y las 200.000 toneladas de estocaje para hacer frente al enlace hasta tanto llegan al mercado los nuevos aceites de la campaña. Una campaña cuya comercialización se situará por encima de 1.100.000 de toneladas de aceites de oliva, con unas 400.000 destinadas al mercado interior y más de 700.000 de exportaciones, así como unas importaciones superiores a las 200.000 toneladas una vez que se finiquite este ejercicio el próximo 30 de septiembre.
Una campaña que, como todas, nos deja enseñanzas de vida elocuentes, de las que el sector debe haber tomado buena nota para aprender la lección con el fin de no volver a tropezar con la misma piedra, más que nada para que le salgan los números a los que viven y quieren seguir viviendo dignamente de este cultivo y de este producto que tanto seduce y enamora.
Por eso, defiendo que hay que estar muy centrados en el trinomio valor-volumen-ahorro de costes, entre otros retos, ahora que parece que hay un nuevo estado de ánimo, como el de una ansiada vuelta a la normalidad productiva y con la incógnita de ver cuál será la evolución de los precios en el mercado de origen en este sector oleícola tan heterogéneo en el que España debe ejercer su liderazgo con personas carismáticas, con determinación, con capacidad de decisión e influencia y con credibilidad para mejorar todo lo susceptible de mejora, que no es poco, siendo conscientes que las metas, los costes y hasta los intereses no son los mismos para todos. Y eso es necesario remarcarlo.
Asensio López, director de Oleum Xauen