Después de analizar a lo largo de estos años el sector oleícola, de estar a pie de campo y al cabo de la calle para ser cronista de lo que sucede, siempre llego a las mismas conclusiones.  La principal es que a este sector no le debe ir del todo mal o no está todo lo incómodo que dice estarlo, una campaña por unas cosas y la siguiente por otras. Si así fuera, creo que su reacción debería ser otra diametralmente opuesta a la que mantiene. Bien distinta seguro.

Cuesta trabajo aceptar, y mucho, que una buena parte del sector productor del olivar y de los aceites esté ahogado con esta situación y no busque soluciones y alternativas, algo a lo que me resisto a aceptar como un hecho normalizado. Y no lo es. Claro que no lo es. Porque ¿cómo se puede producir y vender a pérdidas de forma duradera y sostenida en el tiempo? Cuesta trabajo entenderlo, ¿verdad?

Y eso por qué sucede. Lo he explicado en muchas ocasiones. Nos encontramos con un sector oleícola muy desestructurado y atomizado en la oferta, con muchos oferentes y pocos demandantes, con pequeñas explotaciones que tienen el olivar como complemento de renta, con diferentes tipologías y diferentes costes, unas más vulnerables y otras mucho más rentables que otras, un sector poco profesionalizado, con escasa capacidad para orientarse al mercado y con líderes, en general, faltos de carisma y de visión empresarial, me refiero a los que parten el bacalao, que brillan por su ausencia en los momentos cruciales para tirar de este bendito carro del olivar y de los excelsos aceites de oliva. Y también hay que decirlo, con olivareros que hacen a veces como dejación de sus funciones. Entonces todo el mundo nada e intenta navegar para no ahogarse y así se guarda la ropa. ¡Y, ojo, a pesar de los pesares parece que no les va mal del todo!

Y lo peor es que las eminencias oleícolas ni están ni se les espera. Cada uno parece ir a lo suyo. Por eso algunos se atornillan en el cargo, defienden en los púlpitos sus estrategias como dogmas de fe y dicen defender y reivindicar el precio más alto en cada momento para los aceites de oliva como el hecho más sustantivo de su labor. ¡Muy de manual! ¿El mejor precio? El más alto que pueda pagar el mercado, espetan, antes de que se quede en la bodega. Muy básico, de primera cartilla.

¿Por qué no se le da la vuelta a este planteamiento? De esta manera: vamos a redoblar la inversión en equipos, en la logística, en internacionalización para consolidar y conquistar nuevos mercados, en promoción, sin banalizar el producto y en educar al consumidor, al que hay que poner siempre en el centro del debate, y explicarle que los aceites de oliva son un tesoro a los que hay que darle valor, en las duras y en las maduras, y tener un suelo digno e infranqueable en el que nunca debe haber subsuelo (venta a pérdidas) para sus cotizaciones, por mucho que pueda apretar el zapato.

Ocurre, sin embargo, que los intereses son tan contrapuestos y heterogéneos en este sector que es imposible que esta situación beneficie o perjudique a todos de la misma manera.  Por eso, los números no son iguales para todos. Y pese a que la solución definitiva es pura utopía para contentar y satisfacer a todos, mejorar la situación si es posible, sobre todo si hay renovación de liderazgos, de equipos, de ideas, de estrategias, con más frescura si se acometen otros planes, otras acciones, con otras actitudes y disposiciones. Porque cada cual puede ir a lo suyo, que puede ser muy legítimo, y tener una plena visión estratégica colectiva, con capacidad y valentía para tomar decisiones que convenzan y beneficien al interés general. Creo que no son posiciones ni antagónicas ni incompatibles. Y, además, la historia suele premiar en un anaquel destacado a los prohombres que buscan dicho bien común.  

Sobrevivir, renovarse o morir. Esa es la cuestión: Refrescar y cambiar los personalismos y los idearios trasnochados y estancados desde la base hasta la cúpula para subirse al tren de los nuevos tiempos. No me gustaría que la conclusión de esta reflexión invocara una enmienda a la totalidad, porque en realidad este sector ha mejorado y mucho, pero debe hacerlo con mucho más ritmo y convicción respecto a la comercialización, al valor añadido y a la generación de una mejor cotización para que haya un mar de olivos con olivareros que viven dignamente del olivar.

*Asensio López, director de Oleum Xauen

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