Quede claro que nunca el año es redondo. Y el oleícola no iba a ser menos. Jamás se completa la cuadratura del círculo del valor, el volumen y el ahorro de costes. Luces y sombras; botella medio llena o medio vacía; claroscuros, contrastes; pros y contras; ventajas e inconvenientes en este sector del olivar y de los aceites de oliva que tantas caras tiene y al que tanto le debemos por ser fuente de generación de riqueza, de empleo, de sus muchas bondades para el planeta y para las personas, un sector con intereses a veces contrapuestos y heterogéneos entre los diferentes eslabones que conforman su engranaje.

Este año 2025 que apura sus últimas horas ha tenido, como la vida misma, prácticamente de todo: bueno, malo y regular, en un ejercicio caracterizado por la consolidación de la normalidad productiva tras las anteriores campañas inéditas de escasísima producción por la emergencia climática. Un 2025 catalogado como el de la recuperación del consumo, que no del valor del producto; el de la vuelta de los aranceles de Trump y el de los tambores de guerra por la propuesta de la PAC consecuencia del recorte del Marco Financiero Plurianual 2028-2034, que es lesiva para el olivar y para la provincia de Jaén.

Y aunque el futuro del olivar y de los aceites de oliva en este venidero año 2026 no está escrito, sí tenemos que ponernos el deber y la obligación de anticiparnos en la medida de lo posible a sus retos y ejercer el liderazgo mundial que ostenta España en relación con este poliédrico cultivo y con este estratégico producto. Y habrá que hacerlo con una estrategia y con una hoja de ruta definida tanto con los asuntos que ya están agendados como los que surgirán sin haber previsión alguna.

Por eso el liderazgo, la hegemonía y el carisma deben cristalizar en beneficio del interés general, no proclamarlos de forma retórica; porque si no, no son liderazgos. Una cosa es ser un líder natural con credibilidad al que le siguen una pléyade de gente por convicción y otra es ser un jefe, con su cohorte de subordinados, al que secundan partidarios y adeptos incondicionales.

En esta tribuna con la que pongo el epílogo al año no trato de resumir todo lo acontecido en 2025, que ha sido mucho y bueno. Lo que pretendo es agitar, remover y reflexionar sobre la situación y el contexto, pasado ya el primer cuarto de siglo de esta centuria.  Sobre todo lo menos bueno y lo que es susceptible de mejora, pues margen hay mucho. Y aunque el halago debilita, justo es también reconocer que las cosas van cambiando, muchas para bien, pero otras siguen estancadas y no superadas, pese a la evolución que ha sufrido la sociedad y mismamente este sector que tanto nos seduce y enamora.

Un relato informativo en el que venimos de una campaña oleícola 2024-2025 que en términos generales no ha sido mala, sobre todo en producción, pero que ha podido ser mejor en términos de valor en las cotizaciones si hubiera habido más altura de miras en esta inexplicable desescalada de precios. Una campaña en la que se ha vendido más que se ha producido, lo cual evidencia un año más que el aceite de oliva no es un producto excedentario ni tampoco debe comercializarse como una commodity. Y eso en un año más húmedo de lo normal, sobre todo en marzo, aunque la sequía ha seguido haciendo de las suyas en los momentos clave del ciclo vital del olivo, al igual que las reiteradas olas de calor en el año impar de Expoliva, la bienal del aceite de oliva y de las industrias afines más importante del mundo que volvió a colgar el cartel de completo en Jaén, que en esas fechas se convierte en la alegría del aceite, pero que debe extender ese rótulo a lo largo de todo el año, por su dominio y hegemonía oleícola, en una mayor influencia en los asuntos de calado que más acucian al sector y no ser una mera convidada de piedra en algunos temas de relevancia.

Un sector como el de los aceites de oliva, el de la cuádruple S (sabroso, saludable, sostenible y social) que debe imprimir una marcha más a la triple alianza de la C (concentración, comercialización y más cantidad de la calidad), vendiendo volumen con precio y sin que el olivar tradicional, tipología mayoritariamente predominante, no quede arrinconado por acción o por omisión, por lo que hay que dar un paso al frente para ser competitivo o apostar por fórmulas diferenciadoras en cuanto a valor añadido desechando cualquier inmovilismo, generando marca y haciendo frente a sus desafíos para que sea algo más que un bonito paisaje, un formidable legado cultural y conquiste un futuro más prometedor en un mercado complejo en el que no cabe el estancamiento, sólo el crecimiento. . 

Otros asuntos de la narrativa informativa del año fueron la Declaración de Córdoba, en la que el COI y los ministros de Agricultura de los países productores de aceites de oliva destacaron la importancia estratégica del sector oleícola y expresaron su apoyo a distintos temas con motivo del Día Mundial del Olivo; la aprobación de la norma de comercialización que no fue necesario activar para retirar aceites del mercado al ser la producción inferior; el centenario del Patrimonio Comunal Olivarero; los relevos en la UPA, la COAG en Andalucía y en la IGP Aceite de Jaén, entre otros muchos que soslayo para que no queden en un mero listado de asuntos vacuo.

Y eso en esta campaña 2025-2026 por la que transitamos a finales de su tercer mes y para la que se estiman 1.372.000 toneladas de aceites de oliva, 1081.000 en Andalucía y 475.000 de las cuales en Jaén con un rendimiento medio del 20,7%, aunque parte del sector muestra sus reservas a que se alcance esta previsión por la merma en el olivar de secano y en el de regadío deficitario. En marzo saldremos de dudas. Estamos hablando de una cosecha media, prima hermana de la anterior, en la que se recupera el pulso de los mercados con fluidez en el consumo, pero en la que no se descartan que pueda haber episodios de tensiones de precios, siempre en función de la producción final y de cómo vengan dadas las condiciones cimatológicas.

Y siempre es conveniente ponderar y repensar gran parte del modelo productivo y de sus grandes asuntos. Entre ellos, la gestión y la política de los recursos hídricos adaptada a la realidad productiva; las plagas; la escasez de mano de obra; el relevo generacional; la incorporación de la mujer a los órganos de decisión; la ansiada estabilidad de los precios en el mercado de origen; la promoción más allá de la salud y la gastronomía; la internacionalización, los nuevos mercados y consumidores, así como más prescriptores; la madurez comercial; la agricultura de precisión; la digitalización; la IA; la I+D+i; la asistencia a ferias, certámenes y eventos; la economía circular; los acuerdos comerciales con terceros países; la agricultura ecológica; la simplificación administrativa; la formación y la cualificación; el impulso del oleoturismo de calidad; la diversificación y un largo etcétera.

Además, como siempre sostengo, habrá que estar pendiente de las mencionadas tensiones de precios y a los numerosos asuntos ordinarios del día a día que serán noticia, a mirar al cielo y de ver cómo evoluciona la meteorología y cómo vienen dadas las condiciones para la campaña de riego y la cantidad de desembalse que se apruebe en la primavera para repetir un ciclo vital del olivo, que comienza con la floración, el cuajado y el desarrollo vegetativo del fruto para contar con una próxima cosecha que satisfaga los intereses del sector tanto en volumen como en valor al objeto de que haya una agricultura con agricultores, con un olivar rentable que sirva de ancla para que los olivareros puedan percibir una retribución justa para seguir viviendo con dignidad en sus pueblos y ciudades.

*Asensio López, director de Oleum Xauen

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