Este 2021 que ya apura sus últimas horas  pasará a la historia por ser un año a mi juicio con calificación de notable para el sector del olivar y de los aceites de oliva. Aunque todo es manifiestamente mejorable y razonablemente perfectible, bien es verdad que también puede ser todo lo contrario, moderadamente empeorable, e incluso hasta tener la consideración de “annus horribilis”, como de hecho hemos padecido en campañas recientes.  Pero no, ha sido un año  de notable mejoría.

Este 2021, sin llegar a ser “annus mirabilis” (locución latina que recuerda al año de los milagros o de las maravillas), se despide con más claros y con más luces que los precedentes ejercicios en este sector que merece la pena recordar que es heterogéneo y muy poliédrico, con lo cual es imposible que haya unanimidad en las valoraciones. Y eso conviene siempre subrayarlo porque ha habido motivos y muchos para estar moderadamente satisfechos sin tirar por supuesto las campanas al vuelo para dejar la botella de los aceites de oliva más que mediada en estos tiempos inéditos de maldita pandemia.

Hay precios justos en el mercado de origen  y eso es una gran noticia después de varios años con cotizaciones de ruina e incluso por debajo del umbral de la rentabilidad. Bien es verdad que hay que matizar que esa remontada en la rentabilidad actual queda un poco lastrada y desdibujada por el aumento de los costes y de los insumos que se emplean para producir este alimento joya de la dieta mediterránea y la grasa vegetal más saludable.

Sin pretender tirar de listado de todos los hitos positivos que se han producido en este año, sí hay que remarcar algunos logros y consecuciones para valorarlos en su justa dimensión por la situación y el contexto tan extraordinarios en los que se han producido. Son la celebración de Expoliva 2021 y la certificación de los primeros AOVEs de la IGP Aceite de Jaén. Dos iconos, dos faros y dos ejemplos que posicionan en el mundo a la provincia jiennense, en general, y a los aceites de oliva, en particular. Y eso no es asunto menor.

A la buena noticia de la eliminación de los aranceles de EE UU al aceite de oliva español se une que el Brexit no ha tenido consecuencias directas sobre nuestro producto estrella en un año en el que se ha aprobado la Ley de la Cadena Alimentaria, cuya eficacia está por ver siempre que se pague en cada eslabón por encima de los costes de producción. Tampoco hay que olvidar la aprobación de la norma de calidad del aceite de oliva para mejorar su calidad y trazabilidad.

Y junto a otras muchos más asuntos no podemos pasar por alto la comercialización casi de récord registrada en la pasada campaña que finalizó en septiembre, y eso con cotizaciones más altas y estables en una cosecha que registró los rendimientos medios más bajos de la historia en Jaén y con una campaña también algo anómala desde el punto de vista del sector orujero.

Y todo ello sin bajar la guardia en un sector oleícola que sigue aportando sostenibilidad, salud y sabor, que no descuida para nada la calidad, que explora la diferenciación y el oleoturismo, que tiene que impulsar más la concentración bien entendida y que por supuesto tiene en la comercialización y en la orientación al mercado del sector productor su gran reto. Y además hay que abrir un debate profundo y real sobre el futuro del olivar tradicional, así como dar con la tecla para ver cómo es rentable el olivar menos productivo y en pendiente para que perviva y tenga futuro, lo mismo que acelerar el relevo generacional y la visibilización de la mujer en la actividad agraria. 

Y las amenazas, endógenas y exógenas, siempre acechan y están a la orden del día en este sector que necesita agua y una mejor redistribución del preciado líquido elemento en una época de grandes cambios en el clima; con un aumento de los costes de producción que han puesto al sector en guardia y en alerta de movilizaciones y que tiene encima de la mesa el inminente cierre de la aplicación nacional de la PAC, cuyo plan estratégico consideran lesivo para el olivar y para Jaén las organizaciones agrarias y las cooperativas, entre otras organizaciones.

Y por encima de todo lo dicho y expuesto, creo que el asunto capital debe ser el consumidor y el mercado, para lo cual hay que aumentar la demanda a través de la promoción en cantidad, sabiendo el público diana al que hay que dirigirse y sostenida en el tiempo porque el aceite de oliva es un verdadero manjar para la vista, para el sabor y para el olor. No lo duden. Prescríbanlo.

Asensio López, director de Oleum Xauen

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