Si analizamos los precios de los aceites de oliva desde la derivada puramente del mercado; esto es, de la ley de la oferta y la demanda no encuentro motivos de peso que sustenten y justifiquen de forma razonable las fuertes tensiones de precios que se están produciendo con la-escalada iniciada a primeros de marzo en este complejo mercado oleícola. Y lo digo porque hay aceite suficiente y la próxima cosecha aún está por ver cómo será.

Lo que le faltaba a los aceites de oliva es esta progresión al alza, no creo que dicha circunstancia sea buena. A ello se une el estrés hídrico que arrastra el olivar por la prolongada falta de lluvias  y sus viejos lastres que impiden una orientación al mercado más sosegada y equilibrada para satisfacer las posiciones y los intereses legítimos de productores y consumidores.  Tan malo es que los precios estén por debajo de los umbrales de rentabilidad como que tengan acusados ascensos. Por eso, conviene cuanto antes despejar dudas y vacilaciones con el fin de allanar el camino de la normalidad.  Lo ideal es vender los aceites de oliva y hacerlo con un valor digno y proporcionado.

La primera consecuencia negativa de esta tormenta perfecta ya la tenemos en el descenso del consumo en este primer tercio de la campaña oleícola, en el que ha bajado un diez por ciento. Ojalá que la situación de la invasión de Rusia en Ucrania, la geopolítica, sus efectos colaterales y el siempre condicionante “mirar al cielo” no traigan más incertidumbre y no cunda el nerviosismo en este sector que, como en casi todos, es muy sensible a la situación y al contexto mundial y del tiempo meteorológico. Por eso tienen tanta influencia sobre el mismo los factores endógenos y exógenos.

Y como es bueno poner un punto de cordura para que esta situación no se salga de madre, conviene apelar a los consumidores y al sector a hacer más pedagogía, desde la correcta información y desde el consumo inteligente para que no se produzcan situaciones extraordinarias que no son deseables y que pueden repercutir negativamente en la ansiada fidelización y el incremento de los consumidores en su apuesta por este excelente producto que llamamos aceite de oliva. 

Para ello, las compras compulsivas no son buenas, al igual que no hay que tener tentación de alargar en el tiempo toda escalada o caída brusca en un mercado que debe estar siempre sustentado en los principios económicos de la oferta y la demanda desde la serenidad, el sosiego y la compra razonable e inteligente. Por eso defiendo precios dignos, estables y ajustados a las necesidades de todos los eslabones de la cadena de valor.

Asensio López, director de Oleum Xauen

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