Antonio “el del agua” y no Antonio “el del aceite”. Así espetó, durante la conmemoración del centenario del Patrimonio Comunal Olivarero, el presidente de Dcoop, Antonio Luque, que le gustaría que se le conociera, en un acto en el que se reivindicó de forma insistente y reiterada más agua y un enfoque más social para la olivicultura. El chascarrillo me sirve de coartada para reflexionar sobre la gran importancia que ha adquirido el preciado líquido elemento, ahora más que nunca por la emergencia climática que nos embarga, un asunto tan sensible que es motivo de queja y de discrepancia, cuando no de disputa, de enfrentamiento y de discordia.

Queda claro que el agua es un valor que cotiza al alza y es un bien escaso que hay que racionalizar y adaptar a las circunstancias actuales en las que vivimos y a la evolución que ha seguido la agricultura moderna en este siglo XXI. Sin perder de vista que su gestión debe caracterizarse por armonizar y pivotar en los pilares de la rentabilidad, la sostenibilidad y la innovación. Porque no se trata de producir hoy alimentos. Se trata de hacerlo durante las próximas décadas cuidando y respetando el entorno, el medio ambiente y los recursos que por supuesto no son ilimitados.

Y es razonable, aunque con matices, que se demande otra política en materia de agua que optimice plenamente su uso sin que se vaya al mar y no se aproveche ese inmenso caudal. Por ello, hay que apelar siempre al interés general y exigir otra orientación, otro cambio de rumbo, con otra forma de actuación, con una planificación de corto, medio y largo alcance, desde políticas de ahorro y sin derroche, medidas innovadoras, más obras de infraestructuras, regadíos más eficientes y otras muchas líneas de actuación, con recursos, imaginación y con una verdadera apuesta que vertebre hidráulicamente el territorio para la mejora y el bienestar de la sociedad y de los ciudadanos, de la agricultura y de los agricultores sin perder de vista su fin social, económico y su gestión sostenible.

Pero, además del agua, hay otros muchos asuntos importantes en los que habría que poner la misma efervescente pasión que en la reivindicación del agua, el mismo ardor en cuanto a exigencia y las mismas ganas para enfrentar y afrontar el catálogo de problemas y asignaturas pendientes que aún tiene el cultivo del olivar y el aceite de oliva.  Y ahí la lista es amplia y con algunos asuntos de envergadura para arremangarse. No todo es agua.

Baste entre otros muchos ejemplos citar los relacionados con la mejora en la orientación al mercado, conseguir en la medida de lo posible atenuar la volatilidad de las cotizaciones y contar con unos precios más o menos dignos y estables para que los olivareros puedan vivir de su trabajo de forma justa, además de la adopción de medidas para contrarrestar la escasez de mano de obra, entre otros muchos, como la comercialización, la concentración, la calidad, la digitalización, el relevo generacional, la I+D+i o la simplificación administrativa. Entonces, pongamos toda la carne en el asador para todo, no sólo para exigir agua, que por supuesto que también. Que no sólo sea la parte, sino el todo, teniendo en cuenta que el componente meteorológico y climático condiciona al olivar y que es imposible la planificación integral y a la carta porque no estamos fabricando tornillos y este sector está supeditado, queramos o no, a las lluvias, a las temperaturas y a otros fenómenos y variables meteorológicas.

De esta manera construiremos una narrativa y un relato solvente, global, completo, creíble, sin partidismos, sin improvisaciones, sin ocurrencias, afrontando todos los asuntos para contar con un sector oleícola, que aunque heterogéneo y con intereses a veces contrapuestos, aún puede ser más potente, más pujante, más innovador, más mecanizado, con economías de escala, con mejor gestión profesional; en definitiva, con más futuro para seguir generando riqueza y bienestar para el bien común y para los ciudadanos. Al fin y al cabo es de lo que se trata y esa es su razón de ser para producir este superalimento que llamamos aceite de oliva.

*Asensio López, director de Oleum Xauen

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