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En estos tiempos de casi fin de recolección y de remate, con algunos anuncios y asuntos que a veces causan indiferencia y escepticismo, cuando no hartazgo, me niego a que se dé carta de naturaleza y se normalice como algo natural el desplome del valor que han experimentado los aceites de oliva en esta campaña respecto a las dos anteriores. Démesle a los aceites de oliva el valor que se merecen, empezando primero por los que los producen, sin banalizar ni trivializar este producto, el alimento base de la dieta mediterránea.
Es verdad que en esta campaña la producción es mayor y que las cotizaciones habían alcanzado cotas nunca antes vistas en las dos anteriores, pero también es cierto que no había motivos razonables para este desplome de tanto calado, tan fulgurante como inexplicable en este otoño-invierno. La moderación y el suave aterrizaje de los precios al que se apelaba en corrillos han brillado por su ausencia. Un escenario que, en todo caso, hubiera sido medio lógico en primavera cuando las cartas de todos los datos y de cómo pinte la próxima campaña estuvieran bocarriba y sobre la mesa.
No sé si somos conscientes a este respecto de lo que se ha podido dejar de ingresar en las cuentas de los olivareros y de lo que se deja de percibir en provincias como Jaén. Recuerdo, por si acaso, que el territorio jiennense es el máximo productor en cantidad y calidad de aceites de oliva del mundo y que no está sobrada en renta per cápita. Ni mucho menos. Todo lo contrario.
Por eso, y porque además es realmente un producto de extraordinaria calidad, no alcanzo a comprender este acusado desplome de los precios de los aceites de oliva en el siempre difícil y complejo mercado de los aceites de oliva. Mejor que no hagan cuentas si no quieren pasar un mal rato, tener una pesada digestión y se les haga bola la reflexión si los precios estuvieran a una media de entre cinco o seis euros; una cifra que no es nada disparatada, es justa, razonable y ajustada al producto tan completo del que ostentamos el privilegio de ser líderes en producción, calidad y comercialización.
Y parece como si esta cantidad de dinero que hipotéticamente se podría haber percibido por su comercialización en el mercado con cotizaciones un poco más altas en origen no doliera o no fuera con gran parte de los productores, o incluso que no se ponga el grito en el cielo por esta situación que entiendo que es un tanto anómala. Pero, sí nos rasgamos las vestiduras, una y otra vez, si los fondos de la PAC sufren recortes o hay modulación en las ayudas.
Ni lo uno ni lo otro. Ni mirar para otro lado ni sobreactuar en demasía. Ahí habita el meollo de la credibilidad, en llamar a las cosas por su propio nombre sin hacer seguidismo del argumentario de turno. Y, además, no es una acción-reacción automática que se venda muchísimo más si se hunden los precios, al menos eso dicen los datos de esta campaña hasta ahora, que para nada son históricos. Ni en valor ni en volumen.
*Asensio López, director de Oleum Xauen