Retomo una reflexión que hice hace meses para abordar y evaluar la marcha de esta campaña oleícola 2024-2025, que transita ya por su ecuador, y ya de paso recalco una obviedad: que dura 12 meses. Por aquellas fechas escribí: Me voy a mojar. Me gustaría que el gran reto que tiene el sector productor de los aceites de oliva en esta campaña oleícola 2024-2025, entre otros muchos, sea el de una comercialización en el entorno de un millón y medio de toneladas a un precio medio de los cinco euros el kilo en el mercado de origen. Un buen equilibrio entre valor y volumen.

Acabada la primera parte de esta campaña oleícola (de 1 de octubre a 31 de marzo) ya podemos constatar que se ha conseguido un buen ritmo de comercialización (unas 730.000 toneladas), aunque con escaso valor en el mercado de origen, a una media por debajo de los cuatro euros el kilo ante la notoria desescalada experimentada en las cotizaciones.

Sostenía que ese reto no es, o no debería ser, un objetivo voluntarista ni disparatado; es de justicia y es razonable. Por muchas razones. Primero porque el producto lo vale y el consumidor lo valora y lo paga. Porque, además, no se esperaba una producción exagerada y superabundante y porque, además, la historia reciente de estas últimas campañas ha demostrado que el consumidor suele ser fiel, en líneas generales, a la mejor y más saludable grasa vegetal. Por lo tanto, no debería ser un desafío descabellado e inalcanzable llegar a esas cifras. Pero no ha sido así, sólo en la parte de las ventas, pero no en la del valor.

Y añadía que otra cosa es que se tensionara el mercado más de lo debido por no sé qué motivos, o que no se defendieran unos precios justos, razonables y dignos para todos los eslabones de la cadena de producción (…). Y apelaba a no tener prisa, ni tampoco a dormirse en los laurales. Moderación. El aceite de oliva se vende, el mérito está residenciado en venderlo con valor, sin precipitaciones ni desatinos, por parte de una oferta atomizada, desestructurada en un sector complejo en el que no se organiza como debería y que a veces anda como pollo sin cabeza.

Hora es ya que la oferta dé un paso adelante, adquiera dimensión, marque la pauta y se imponga para no banalizar más este producto. Eso sería lo suyo, pero me parece que eso es mucho pedir visto lo visto cuando llegan los momentos clave y cuando llega la hora de la verdad de valorizar y mantener unas cotizaciones mesuradas del oro verde. 

Vistos los antecedentes y las lluvias caídas tengo poca confianza en que se mejore la comercialización de aceites de oliva con mejor valor en esta segunda mitad de la campaña. La verdad, no soy nada optimista. Ya me gustaría, pero la situación invita poco a serlo.  Ha llovido bien, el campo está mucho mejor y todo hace augurar que la situación de estrés hídrico ha pasado a mejor vida, aunque no hay que dejarse llevar por la autocomplacencia porque continúa en parte el déficit de agua en el olivar. Veremos a ver cómo quedan las dotaciones de regadío en la Comisión de Desembalse de finales de abril para la campaña de riego.

Y, además, llega el momento crítico de la floración, la polinización y el posterior proceso del cuajado del fruto, para el que esperamos que la meteorología sea benigna y respeten las olas de calor y otras adversas condiciones meteorológicas, así como que haya poco incidencia de las plagas. Ahora hace falta también que al sector no le tiemblen las piernas ni se dispare en los pies en las operaciones de compraventa. Y para eso es necesario otear bien el horizonte, con criterios profesionales, con decisiones cerebrales y no emocionales, con planteamientos lógicos y congruentes, porque de lo contrario lo único que se consigue es trivializar una actividad e infravalorar un producto que para nada es un commodity. Es oro verde y no debemos convertirlo en oropel.

*Asensio López, director de Oleum Xauen

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