El año 2023 pasará a la posteridad por ser la anualidad en la que el aceite de oliva escaló hasta la cima de sus máximos histórico en el mercado de origen y en el de destino. La emergencia climática, con prolongada falta de lluvias y reiteradas olas de calor, motivó que se acentuara el estrés hídrico del olivar, una coyuntura que se torna en estructura y que ha provocado dos paupérrimas cosechas de aceite de oliva. Una situación inédita, nunca antes vista, que ha traído dos campañas consecutivas bajas y cortas. ¡Ay el cambio climático! Ha llegado la hora de optimizar la gestión y mejorar la planificación del agua.

Esta situación dio como resultado una escasa oferta de aceites de oliva frente a una demanda que se había consolidado con excelentes cifras y con visos de seguir creciendo. Ese desequilibrio entre oferta y demanda originó graves tensiones en el mercado, con constantes tirones de precios al alza, circunstancia que hizo que el mercado se autorregulara vía cotizaciones para evitar que el producto se agotara con las lógicas y graves consecuencias que ese hipotético escenario hubiera tenido en su imagen y en su reputación.

La fidelidad mostrada, en líneas generales, por los consumidores hizo que los precios hayan llegado a su cúspide y no le dieran la espalda a este estratégico y saludable alimento, que ha visto, en cualquier caso, reducido su consumo a la vista de su insuficiente y limitada oferta. Y un alza de precios que no ha beneficiado prácticamente a los productores debido a la escasez de producto y a los altos costes de producción.

Y en este año de fuertes contrastes, de excesivo ruido y con la meteorología haciendo de las suyas se han producido infinidad de noticias, numerosos hechos noticiables, la mayoría de los cuales obviamos para centrarnos en lo más sobresaliente y en lo extraordinario. En la pertinaz sequía y las alertas por calor, que motivó procesiones en rogativa y muchos efectos colaterales: cotizaciones que han llegado a su punto cenital, pírrica cosecha, falta de jornales, problemas laborales para fijos discontinuos, acuerdos intercooperativos para molturar en conjunto,  regadíos deficitarios por un año hidrológico seco, elevados costes de los insumos, rendimientos grasos muy bajos, poco enlace de campaña, refuerzo de la Guardia Civil en el campo para frenar los robos y hurtos de aceituna…

Y 2023 también ha sido el primer año de aplicación del nuevo marco de la Política Agrícola Comunitaria (PAC), la de los recortes y modulación de las subvenciones, la de los ecorregímenes y la de las ayudas asociadas al olivar tradicional. 2023, el año del cuarenta aniversario de Expoliva, el de la bienal más internacional del aceite de oliva y de las industrias afines que volvió a celebrarse en mayo tras la pandemia en un recinto que a partir de ahora gestiona la nueva empresa creada por la Diputación de Jaén. Y en 2023 se han cumplido el decimoquinto aniversario de la Interprofesional del Aceite de Oliva España, que tan buen balance presenta respecto a las campañas de promoción en diversos países del oro líquido español, que tan buenos prescriptores tiene en médicos, investigadores, periodistas y cocineros, un sector el de la alta restauración en el que Jaén ya suma cinco Estrellas Michelin y cuyos chef llevan en su ADN el zumo de aceituna fresca.   

Un año en el que, a pesar de todos los pesares, los aceites de oliva copan los mercados internacionales porque no se ha bajado la guardia en la calidad y en la que tampoco conviene no dispersarnos ni perder un ápice de energía en cuestiones como la investigación, la formación, la concentración, la sostenibilidad, la promoción, la alimentación y la salud, a través de la nueva olivicultura que empuja con fuerza hacia criterios más ecológicos, profesionales, digitales, sin dejar de ser rentable armonizando todas sus facetas.  

*Asensio López, director de Oleum Xauen

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