La nueva campaña oleícola no ha empezado bien. Peor incluso de como terminó la pasada, que ya fue mala, difícil y complicada. Los datos del primer mes así lo indican. Un termómetro que pone muy a las claras que le ha subido aún más la fiebre al enfermo, que lejos de mejorar, empeora por momentos.

A la escasez de oferta que se estima y precios altos se unen ahora un notable descenso de la comercialización, bajos niveles de existencias y rendimientos muy bajos, entre otros indicadores. Una situación que lo mires por donde lo mires no beneficia a nadie y que va en detrimento de todos los eslabones de la cadena por muy altas que estén las cotizaciones porque no suponen en general un elemento redistribuidor. Y es que multiplicar poco por mucho el resultado es siempre poco y nada satisfactorio para la gran mayoría.  

La comercialización de aceites de oliva ha bajado en octubre un 39 por ciento respecto a hace un año y un 43 por ciento en función de la media de las cuatro últimas campañas oleícolas, tal y como constata la Agencia de Información y Control Alimentario (AICA). De elemental, querido Watson. Hay poco producto y está en precios nunca vistos de una manera sostenida en el tiempo desde hace meses. No se trata de un pico puntual. Lo coyuntural se está haciendo estructural hasta tanto no venga una cosecha media y normalizada. Se está cronificando esta inédita situación y mucho me temo que hasta que no llegue mediados de abril no sepamos si este proceso crónico pasará a mejor vida o no, siempre con permiso de la meteorología y del buen proceso de floración, polinización y cuajado del fruto.

Y eso porque el mercado interior ha consumido en octubre 30.000 toneladas cuando hace un año lo hizo con 46.400, un 35 por ciento menos y un 37 si lo comparamos con la media del cuatrienio. Mientras que las exportaciones han caído de las 84.300 de hace un año hasta las 49.700 de octubre de 2023, un 41 por ciento menos y un dato que es inferior en un 46 por ciento a la media de las cuatro últimas campañas. Lógicamente si hay poco producto todos los indicadores se resienten y el mercado impone su ley para no quedarnos sin producto a mediados de campaña, con las perjudiciales consecuencias que esa hipotética situación acarrearía a la marca y a la reputación del principal producto de España, país que conviene no olvidar que ostenta su liderazgo mundial y que debe de ejercer en las duras y en las maduras.

Así que ahora hay que recoger la cosecha, gestionar bien la campaña, lo mejor que se pueda, sin que cunda el nerviosismo y con las mejores estrategias posibles, o por lo menos las menos malas, para intentar levantar un poco el vuelo y, sobre todo, aprender lecciones para no repetir en el futuro esta situación. Visión de largo plazo, explorar todas las posibilidades de estabilidad y estructurar mejor el sector, con las mejores herramientas posibles, son las recetas a tener en cuenta para su prescripción y mejoría.  

Asensio López, director de Oleum Xauen

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