Ahora que el aceite de oliva está situado en los extremos (precios en máximos históricos y escasa oferta) es tiempo para que el sector reflexione con sosiego sobre las estrategias de futuro, el plan de trabajo a medio y pargo plazo, así como las herramientas y los mecanismos para llevar a cabo sus principales objetivos y evitar, en la medida de lo posible, precios por exceso y por defecto, los dientes de sierra y la tradicional volatilidad que tiene este producto.
Queda claro que uno de los retos, si no el más importantes que tiene sobre la mesa, es el de conseguir la estabilidad y el valor equilibrado de los aceites de oliva cuando vengan cosechas con volumen para no volver a aquel nefasto y no tan lejano periodo de los dos euro el kilo en el mercado de origen. Ese escenario no debería repetirse jamás, para lo cual hay que ser audaces y trabajar por conseguir una senda de estabilidad y firmeza que lo sitúen en una horquilla que sea atractiva para todos los eslabones de la cadena alimentaria.
Porque se ha demostrado que se puede vender aceite de oliva a unos precios razonables y competitivos que satisfagan los intereses de los consumidores y de los productores sin que sobre aceite, sin que este producto sea excedentario y sin que se resienta sobremanera el consumo. Y eso es producto del buen trabajo de promoción que se ha hecho a lo largo de los últimos años, como la lluvia fina, un intangible que ha dado sus frutos, y también gracias al trabajo de información y de formación sobre las magníficas bondades y virtudes saludables, nutritivas y de prevención del oro líquido llevado a cabo por distintos prescriptores, como los profesionales de la medicina, la gastronomía y el periodismo, entre otros.
Mientras tanto tenemos un invierno caliente y habrá que esperar a comprobar los resultados del calendario de movilizaciones convocado por el sector productor para ver si se consigue que haya respuestas positivas al plan de choque que reivindican, un conjunto de medidas para hacer frente a la sequía, al aumento de los costes de producción, a la excesiva burocracia, a la flexibilización y simplificación de la PAC, al control más riguroso de las importaciones, al reforzamiento del principio de preferencia comunitaria o las cláusulas espejo en las acuerdos comerciales, entre otras.
Asuntos de mucho calado que requieren del concurso de todas las administraciones, pero que hay que afrontar con serenidad, con determinación y con responsabilidad. Pero, por encima de todas estas cuestiones que no son en absoluto menores, sostengo que el contenido de mayor magnitud y calibre está residenciado en armonizar el trinomio estabilidad, valor y volumen para que las explotaciones sean rentables y para que todos puedan vivir dignamente del campo sin que se les haga bola y evitar así esta tormenta perfecta que se cierne sobre el agro.
*Asensio López, director de Oleum Xauen