No alcanzo a comprender las razones y las motivaciones por las cuales se ha dado al traste con la candidatura de los Paisajes del Olivar en Andalucía, hecho del que no salgo de mi asombro por la manera en la que se ha truncado un proyecto tan interesante e ilusionante en una provincia acostumbrada a tanto inmovilismo, tanta confrontación inútil y tanta trinchera vana. ¡Paisajes, paisanajes y personajes del mar de olivos!

O algo no se ha explicado bien o algo ha estado demasiado bien planificado para tirarlo por la borda, al final del trayecto, para una iniciativa con valor añadido, con plus valía y que entiendo que beneficia al interés general por cuanto, según sostienen en su aclaración desde la candidatura, este expediente no tiene ninguna limitación a las explotaciones olivareras de los agricultores. ¿Entonces a que viene esa radical oposición en el componente o zona 14 de la candidatura, el de la campiña jiennense?

Los agricultores que se oponen esgrimen falta de información, que niegan de forma rotunda en nota aclaratoria desde la comisión institucional, en cuyo decálogo sostienen que no hay ninguna limitación en el ámbito de la propiedad, libre transmisión de la titularidad, ni limitaciones al desempeño de su actividad agrícola o empresarial, pudiendo innovar en la transformación y modernización de sus olivares, tal y como apostillan.

Estamos ante la enésima decepción en el mar de olivos, esta vez relacionada con el patrimonio de la humanidad. Cuando no es un tranvía, es un pantano, un museo, un conservatorio, un equipamiento viario que se hace eterno, una ciudad de la justicia, una ciudad sanitaria, por no hablar de la primera traviesa que se puso y de un sinfín de proyectos emblemáticos. No tenemos suerte, no. Ustedes se han parado a pensar y preguntarse por qué esta situación no sucede con tanta frecuencia en Sevilla, en Málaga, en Granada, en Córdoba… y sí de manera sistemática en las grandes cuestiones y aspiraciones de esta provincia nuestra.

Parece como si la fortuna no estuviera nunca con Jaén. Casi siempre sale cruz cualquier proyecto de nivel, de altura, de relumbrón. Y eso, salvo que el tiempo me demuestre alguna vez lo contrario, es lamentable, un error de bulto, de tener poca altura de miras y, además, no es justo ni creo que sea de recibo. ¿Qué intereses hay en que no prospere esta candidatura si como dicen, por activa y por pasiva, no hay ninguna limitación ni perjudica a sus propietarios?

No es bueno ser mal pensado, pero a mi edad conviene y es legítimo preguntarse, al menos, por qué pasan las cosas, mirar por el retrovisor de la historia y cuestionarse a qué obedecen. Es un ejercicio muy sano. No me gustaría pensar que pueda haber alguna torticera connotación partidista o un trasfondo político. Si así fuera, sería un auténtico y completo despropósito.

Por si acaso es bueno tirar de antecedentes y refrescar la memoria para sacar conclusiones. Es oportuno puntualizar que fueron los presidentes de Acesur (Fundación Juan Ramón Guillén) y el de la Fundación Savia por el Compromiso y los Valores, Francisco Casero, los que trasladaron esta idea hace más de una quincena de años a Felipe López, por aquel entonces presidente de la institución supramunicipal jiennense. Un proyecto pilotado por el presidente de la Diputación de Jaén, Francisco Reyes, que recogió el guante, con un trabajo de diez años, realizado codo con codo con un montón de organizaciones, instituciones y colectivos de Andalucía que dieron su beneplácito a una iniciativa rebosante de ilusión que se ha tornado en espejismo, en una quimera, y que ha sido defendido por parte de algunas organizaciones con tibieza, ni frío ni calor, como el que silba con las manos metidas en los bolsillos.

Y una reflexión final. ¿Cuándo nos vamos a enterar que lo que es bueno para Jaén, es bueno para la gran mayoría de los jiennenses? No hace falta recordar que las personas pasamos y que las obras quedan para la posteridad. Agotemos, por tanto, todas las posibilidades que haya para hacer realidad esta oportunidad histórica, si es que de verdad hay una manifiesta y clara voluntad. Jaén y su mar de olivos lo merecen.

*Asensio López, director de Oleum Xauen

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