La Expoliva 2021 pasará a la historia como la feria de la pandemia del coronavirus y la de la presencia del Rey Felipe VI. Acaba una muestra mucho mejor de lo esperado a priori. Ni los más optimistas del lugar pensaban que se desarrollaría con un discreto éxito en muchos ámbitos, pese al cambio de fecha. Claro está que no ha sido perfecta y ha habido algunas sombras que por supuesto no han empañado las muchas luces.

Aún así tiene que corregir y mejorar algunos aspectos organizativos y de logística, partiendo de la base, en honor a la verdad, que Jaén es una capital pequeña de provincias que dispone de los recursos y de las infraestructuras de los que dispone, que se quedan limitados para un evento de tamaña envergadura. Y eso es de justicia remarcarlo sin que sirva como excusa ni se utilice como coartada.

Y por eso también tenemos que buscar la mejora permanente para no dormirnos en los laureles ni por supuesto morir de éxito. Esta feria tiene más credibilidad y más rigor si se reconocen abiertamente sus fortalezas y sus debilidades. Por esa razón no debería haber lugar para la autocomplacencia, sí para la autocrítica (que aunque parezca lo contrario fortalece siempre), y sí para estar razonablemente orgullosos y moderadamente satisfechos por haber contribuido entre todos a hacer más grande esta feria que tiene que ser seguir creciendo con el esfuerzo y la cooperación de todas las administraciones, del sector, de los propios jiennenses y de sus muchos visitantes.

Y más allá de los datos y de lo cuantitativo, que puede ser importante para la estadística y para engrosar en los anales de la historia, yo me quedo con lo cualitativo. Por eso, hay que seguir haciendo de la Feria Internacional del Aceite de Oliva e Industrias Afines la principal referencia mundial, una bienal competitiva, atractiva para los expositores, que mejora en profesionalidad, en la que se genera negocio, en la que hay que estar por sus muchas ventajas y que sube cada vez más peldaños en su ansiado desafío por la vertiente internacional, situando al mercado y a los consumidores como actores centrales y principales de este cultivo tan estratégico como es el del olivar y tan poliédrico como el de los aceites de oliva.

Tiempo habrá para seguir analizando de manera exhaustiva la Expoliva 2021, que ha coincidido con un contexto de estabilidad y de cierta alegría en cuanto a precios de los aceites de oliva, pero no quiero dejar pasar por alto un breve apunte sobre el Simposium Científico-Técnico. Una referencia de extraordinaria categoría como la que atesoran las muchas comunicaciones de estos foros de investigación no puede pasar desapercibida, como sin pena ni gloria en cuanto a asistencia. Por eso siempre he sugerido que hay que darle una mano de barniz que pasa por el cambio de fecha, en años alternos o adelantando en unos días o atrasando su celebración. Hay que optimizar y expandir su conocimiento, por lo que no puede caer en saco roto su desarrollo ni quedar desdibujado.

Y, además, hay que seguir apostando sin fisuras y de manera rotunda por el Salón Internacional  del Aceite de Oliva Virgen Extra, en el que se exhibe la mejor colección mundial de AOVEs. Y Jaén, por ser el territorio más productor del mundo, tiene la responsabilidad de liderar esta apuesta por el análisis sensorial porque hasta ahora no se ha inventado mejor método para la clasificación de los aceites de oliva que el análisis organoléptico que llevan a cabo los paneles de cata, eso sí con las mejoras que sean susceptibles de mejorar.

Acabada la vigésima edición de Expoliva hay que empezar a trabajar ya con visión de futuro en la que será la próxima, que volverá a su tradicional mes de mayo del año 2023, una anualidad en la que se conmemorará el cuarenta aniversario de un sueño hecho realidad en Jaén para el mundo, para el olivar y los aceites de oliva.

*Asensio López, director de Oleum Xauen

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