Llega la hora de la verdad para negociar el presupuesto comunitario en el nuevo marco financiero 2021/2017, en el que se incluyen los fondos para la reforma de la Política Agraria Común (PAC). En función de su cheque total, habrá que ver cómo queda el reparto para la agricultura, en general, y del olivar, en particular. Los jefes de Estado de la Europa de los 27 tendrán que fajarse para alcanzar un acuerdo y no propiciar el fracaso en las negociaciones.
Dos son las posiciones y los desafíos que de antemano se barajan: por un lado, el mantenimiento de la ficha financiera o un recorte “light” para que España no acuse en demasía una factura presupuestaria a la baja que menguaría las arcas de un sector, como el del campo, que vive una época de crisis generalizada por los bajos precios en el mercado de origen, entre otras muchas cuestiones. Habrá que ver qué juegos malabares se pueden hacer y qué alternativas hay para contrarrestar la salida del Reino Unido de la Unión Europea. También es un buen momento para fijar bien los criterios y la orientación final que se dan a estos fondos con los se persiguen la convergencia. Para ello, bueno sería partir de políticas de discrimininación positiva para corregir desigualdades y perseguir la reducción de los desequlibrios.
Mantenimiento del presupuesto o leve recorte del mismo. Esa es la cuestión. No es moco de pavo lo que está en juego, pues se reparten miles de millones con estas subvenciones comunitarias en ayudas directas y en el segundo pilar (desarrollo rural). Unas ayudas que no cuentan con el respaldo unánime de los ciudadanos en cuanto a sus criterios y al enfoque de su concesión, amén de que también tienen detractores por lo que pueden suponer en términos de efecto adormidera. Habrá que esperar si la negociación acaba en éxito o en fracaso de unas ayudas que, en cualquier caso, son bien recibidas, sobre todo por la gran clase media que trabaja y vive del campo y de la agricultura, y que aspira a seguir haciéndolo. Susto o muerte
*Asensio López, director de Oleum Xauen