Mal panorama se presenta por las bajas expectativas de cosecha de aceituna y por las exiguas existencias de aceites de oliva de cara a la próxima campaña oleícola. A 31 de julio quedaban 383.000 toneladas de aceites de oliva en España para afrontar la recta final de esta campaña y las primeras semanas de la venidera 2023-2024, que a buen seguro será baja y corta por la incidencia negativa derivada de la emergencia climática. El campo, en general; el cultivo del olivar, en particular; y, sobre todo, los pantanos necesitan con urgencia una buena otoñada de precipitaciones y medidas paliativas.

El enlace de campaña de la pasada campaña ascendió a 454.500 toneladas, más las 663.000 de producción de la actual y unas hipotéticas 200.000 de importaciones. Poca cosa para un mercado del aceite que iba como un tiro porque se ha trabajado bien en promoción y calidad. Y ahora acusa el frenazo provocado por las olas de calor y la prolongada falta de lluvias. Las tensiones de precios y el descenso del consumo se antojan como las dos consecuencias más directas y sobresalientes ante esta adversa situación.

Por ello, de confirmarse esta situación podríamos estar ante una disposición inédita, nunca vista, sin precedentes, dos cosechas consecutivas bajas, cortas y con tintes de drama y de desastre en algunas zonas, una venidera cosecha gemela o prima hermana de la anterior, que ya fue mala sin paliativos.  Un presagio que tendrán que confirmar, en cualquier caso, los aforos oficiales conforme avancen las semanas, así como los datos de la producción final allá por el mes de marzo. Para hablar con rigor, con datos en la mano más allá del olfato de cada cual.

*Asensio López, director de Oleum Xauen  

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