Hay práctica unanimidad en el hecho de que existe una ola de malestar en el campo que no ha surgido por capricho ni ha nacido por generación espontánea en esta tormenta perfecta que aflige al agro y angustia a los que de él viven y sobreviven; pero, también es verdad que este conflicto tiene muchas aristas, relatos, protagonismos, medias verdades y oportunistas que pueden caer en la tentación de pescar en el río revuelto del sector agrícola y ganadero utilizándolo como arma arrojadiza.

Conviene dejar claro que el sector productor tiene intereses, situaciones y contextos que no son homogéneos, ni a todos les afecta por igual ni de manera pareja. Depende de la zona, el cultivo, la explotación, y otras circunstancias como el regadío, el secano, de pendiente, de montaña, de campiña, tipologías del cultivo, precios, mercado, exportaciones, importaciones, oferta, demanda y urgencias varias.

Parto de la base que estoy muy de acuerdo con muchas de las reivindicaciones del sector productor, sobre todo de la excesiva burocracia y el papeleo, una cuestión que es muy de España a todos los niveles. Al igual que otras relacionadas con la política hidráulica, a la que nadie quiere hincarle el diente con determinación cuando hay que hacerlo, cuando las urgencias no aprietan y la abundancia del preciado líquido tiene colmados los pantanos y rellenados los acuíferos, no como ahora que vamos tarde y mal, con prisas y alguna ocurrencia.

En este país nuestro tenemos serias dificultades para planificar con sosiego y cordura los verdaderos asuntos de estado, y en éste del agua y del planeamiento hidrológico, suspendemos de manera categórica porque no ponemos faros largos ni hay decidida voluntad para gestionar con tranquilidad un bien público que es muy escaso, por lo que hay que aprender a adelantarse, en la medida de lo posible, a los problemas con un trabajo previo, riguroso y pensando siempre en el interés general, y no con medidas que resulten ser a posteriori un parche o que puedan quedar en papel mojado. 

Y luego hay otros asuntos que por pedir que no quede. Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre, según reza el Evangelio. Está bien reivindicar, protestar y exigir a las administraciones lo que es de justicia, y que cada cual cumpla con su obligación y con la competencia que tiene asignada. Y hay que reclamarlo de forma proporcionada para que sus demandas tengan éxito y resolución en el tiempo,  que es al fin y al cabo de lo que se trata, más allá de hacer ruido y de llamar la atención porque, de lo contrario se pueden volver en contra. Y con los interlocutores que ostentan la representación en el campo, más allá de que muchos agricultores aseveren que no se sientan representados por las razones que sean.

Pero tampoco nadie debe obviar ni desdeñar las consecuencias de la emergencia y de la crisis climática. Que no se nos olvide que Europa le ha dado mucho a la agricultura española y le sigue dando, a pesar de todos los pesares. Y eso hay que subrayarlo, como la multiplicación de los panes y los peces. Por eso quiere velar también por lo verde, por la sostenibilidad, que no es incompatible con la rentabilidad.

Y un último apunte. Si todas las formaciones políticas dicen ser el partido del campo y aseguran defender el agro, ¿cómo se ha llegado a esta situación? ¿O es que algunos son defensores sólo de boquilla o cuando gobierna el contrario? Que cada cual saque sus propias conclusiones en su fuero interno, pero que el campo no sirva de cuadrilátero para la crispación ni para la batalla política porque así se le hace un flaco favor a las legítimas demandas y aspiraciones del sector; porque así más que defender, quizás lo que se hace es calentar el ambiente, echarle leña al fuego y menoscabar la credibilidad. Menos mal que ya  llueve. Algo es algo.

*Asensio López, director de Oleum Xauen

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