La vida es una suma de estados de ánimo, buenos, malos y regulares; de un pasado, un presente y un futuro en lo que lo psicológico y lo emocional influyen sobremanera. Tras la depresión y el desánimo provocado por la crisis de oferta de aceites de oliva debido a la paupérrima producción y a los precios en máximos históricos de estas dos últimas campañas debido a la emergencia climática, ahora hay un como un cierto viraje de rumbo, una nueva tendencia a mejor, un sutil cambio de ciclo que atisba una ansiada normalidad.

Un nuevo tiempo que tendrá que ratificarse con los números en la mano, no sólo con olfato, retórica y brotes verdes. Ante todo, moderación; ni desaliento, ni euforia, y menos aún entusiasmo gratuito. Ponderen bien la situación, miren de dónde venimos y sean prudentes con lo que está por venir.

Lo natural y lo razonable en este cultivo del olivar que siempre ha sido vecero es que se vuelva a un escenario anterior, al de las campañas 2020-2021 y 2021-2022, en las que se contabilizaron, respectivamente, producciones de entre 1,4 y 1,5 millones de toneladas de aceites de oliva en España, una estimación que tendrán que confirmar en los próximas semanas los vaticinios oficiales. Y están por ver cómo se despejan, entre otros indicadores, las grandes incógnitas de cuál será el suelo del precio de los aceites y si hay remontada para la recuperación del consumo de la mejor y más saludable grasa vegetal.

El olivar se apresta estos días, con el inminente periodo de la canícula, al endurecimiento del hueso de un fruto que va engordando y que va a entrar en parada estival para a partir de septiembre seguir con su aumento de calibre, generando paulatinamente aceite a través de la lipogénesis, hasta tanto la maduración no esté en óptimas condiciones para iniciar el apasionante y delicado momento de la recolección temprana y la producción de aceites verdes y de alta gama. Un periodo para el que sería más que necesario que lleguen las ansiadas precipitaciones que han brillado por su ausencia en los últimos meses. ¡Menos mal que hubo un grandísimo mes de marzo de precipitaciones!

Entre tanto, el  calor aprieta y hay que capear y administrar la recta final de esta campaña oleícola 2023-2024 durante los meses de julio, agosto y septiembre, así como en octubre, mes que aunque ya pertenece a la siguiente campaña es tradicionalmente poco relevante en términos de producción. Por eso, hay que hilar fino e intentar jugar bien las cartas para rentabilizar las estrategias, dado que pueden quedar actualmente unas 400.000 toneladas de aceites de oliva, una cantidad con la que, para bien o para mal, hay que jugar esta partida final con prudencia y madurez. Y que no se nos olvide que cada campaña es diferente y hay que afrontarla de manera distinta.

*Asensio López, director de Oleum Xauen

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