Estamos en el tiempo de descuento tras un largo e intenso partido negociador del nuevo marco comunitario 2023-2027 de la Política Agraria Común (PAC), que mantiene el mismo montante económico para España pese al Brexit. Es la hora de la verdad y de poner blanco sobre negro, de pasar a limpio borradores, documentos y propuestas, para poner las cartas boca arriba y conocer con pelos y señales todos los aspectos del texto definitivo, el documento final tras los últimos ajustes.

Y veo y observo, como ocurre prácticamente en muchos de los grandes asuntos nacionales que afectan al interés general,  que hay una cierta polarización, detractores y defensores, del documento que en el mes de julio será la versión final de un Plan Estratégico Nacional que ha costado parir. Y la verdad, no me sorprenden las discrepancias, porque los intereses de este sector no son para nada homogéneos y porque, como casi todo en la vida, es cuestión de prioridades. Depende del cristal con el que se mire.

Todas las partes están legitimadas para reclamar y reivindicar sus posiciones porque es verdad que la PAC no es un regalo, es un derecho desde que España entró en la CE. Y a todas puede que no les falte razón, por lo que pueden quedar un poco insatisfechas y otras moderadamente contrariadas si el resultado final no responde a sus expectativas e intereses.  De todas formas, no me disgusta la letra y la música de algunos aspectos, como la modulación de las ayudas, lo que ahora llaman “capping”; o la partida económica de la ayuda asociada al olivar tradicional, pese a que la veo muy insuficiente;  o los ecoesquemas si se materializan de forma satisfactoria, o que se apueste por el agricultor activo profesional y por la agricultura familiar, aunque soy de la opinión que la propuesta final podría haber sido mucho más ambiciosa. Y si les soy sincero no tengo elementos de juicio para opinar con rigor sobre el impacto real que pueda tener la reducción de 50 a 20 regiones.

En cualquier caso, me quedo con lo sustantivo. A las ayudas de la PAC, que no se nos olvide, hay que darle la orientación que honestamente entiendo que tienen que tener: corregir desequilibrios y desigualdades para tratar de converger y de compensar; apoyar los intereses mayoritarios de la clase media profesional que se gana la vida del campo y echarle una mano a los que más lo necesitan para hacerle la vida un poco más llevadera. Si se consigue eso habrá merecido la pena. Para todo lo demás, está el mercado y otras ayudas, como vengo sosteniendo desde hace tiempo. Y será precisamente el tiempo el verdadero juez de este intenso debate, el que diga si la gran mayoría de perceptores de ayudas ha mejorado, quién ha reducido sus ingresos o quiénes se han quedado prácticamente igual con el nuevo modelo en el reparto de las ayudas. Todo lo demás son cantos de sirena.

*Asensio López, director de Oleum Xauen

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