Estamos en el último cuatrimestre de estas dos últimas, inéditas y paupérrimas campañas oleícolas que han sido como una media-alta en términos productivos. Parece que este ciclo de crisis de oferta toca a su fin y que la tendencia de baja y corta producción cambia y se normaliza a niveles medios. Habrá que ver en qué medida, sin que cojee el binomio valor y volumen, para el que es deseable que haya un discreto equilibrio que satisfaga los intereses de todos los eslabones de la cadena productiva. Buena cosecha a los mejores precios posibles, ese debe ser el objetivo, y a lo que el sector se debe de aplicar con todas sus energías y audacia.

Antes habrá que rematar estos cuatro meses que aún restan de la campaña oleícola 2023-2024 y buena parte de octubre, que con los mimbres que había no ha ido mal, pese a todo. A finales de mayo había un estocaje por debajo del medio millón de toneladas de existencias de aceites de oliva, por lo que de continuar la media mensual de 96.000 toneladas de comercialización (exportaciones y mercado interior), habrá un enlace prácticamente mínimo, demasiado justo para afrontar octubre, un mes en el que se produce poco aceite, salvo la “cosechilla” de los aceites premium o verdes de la recolección temprana. 

Una campaña 2023-2024 que ha transcurrido, además de con la escasa oferta, con precios incluso en máximos históricos, salvo el inexplicable fenómeno de brusco descenso ocurrido en marzo para el que no había justificación alguna; una cierta fidelidad del consumidor por la mejor y más saludable grasa vegetal; un ligero cambio de hábitos y posteriormente una cierta caída del consumo; una resiliencia del olivar al estrés hídrico por la emergencia climática, una discreta comercialización que podría superar los 1,1 millones de toneladas, lejos aún del récord de casi 1,7, entre otras conclusiones que nos ha dejado este nuevo tiempo.

Por eso, ahora habrá que ver cómo tira el olivar a partir de San Juan, cómo evoluciona el fruto, sin perder de vista las condiciones meteorológicas, que obviando la excepción de marzo, hace necesario que se extreme la prudencia porque llevamos varios meses secos y el olivar necesita una buena otoñada en septiembre para consolidar el desarrollo vegetativo. A partir de ahí, habrá que ver cómo reaccionan los principales indicadores: demanda, precios, consumo, exportaciones, mercado interior, los nuevos mercados, la promoción…, todo un complejo universo que es cambiante y variable por cuanto intervienen factores varios campaña tras campaña en este mercado tan heterogéneo que necesita de una mejor estructuración para solucionar sus viejos problemas y sus nuevas dificultades.  

*Asensio López, director de Oleum Xauen

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