Un informe de la COAG, denominado “Efectos de las adversidades climáticas en el campo español. Situación de los sectores agrícolas y ganaderos a 30 de agosto de 2022”, estima que la producción de aceite de oliva en España para la próxima campaña 2022-2023 estará por debajo del millón de toneladas debido a las adversas condiciones meteorológicas. 

La organización agraria asegura que en lo que llevamos de campaña agrícola se han producido múltiples eventos meteorológicos extremos que, en el marco del cambio climático, están provocando pérdidas productivas, reducción de rendimientos y, por tanto, de ingresos, así como incrementos de gastos para tratar de paliar los efectos de dichas situaciones. 

Según el último informe del Observatorio Europeo de la Sequía del JRC, la UE se esta viendo afectada por una ola de calor y una sequía extremas: La severa sequía que afecta a varias regiones de Europa desde principios de año continúa ampliándose y agravándose. La competencia por los recursos hídricos es alta y comenzó antes de lo habitual. El estrés por agua y calor ha reducido el rendimiento y el potencial de los cultivos. El suministro de agua puede verse comprometido en los próximos meses. Se pronostican condiciones más secas de lo normal para los próximos tres meses en grandes áreas de Europa. Estas condiciones cálidas y secas excepcionales en toda la UE significan que la producción de algunos cultivos, como el girasol, los cereales y el azúcar, estará “muy por debajo” de los niveles habituales.

No se puede dejar de mencionar las graves heladas de comienzos del mes de abril, la calima y el polvo sahariano, así como las lluvias persistentes han generado múltiples daños en diversas zonas productoras. A esta situación, hay que sumar otros eventos como los incendios que han afectado y están afectando a muchas zonas productivas, generando importantes pérdidas para personas agricultoras y ganaderas.

En los regadíos se han dado importantes restricciones, que ya se iniciaron hace varios meses, en las dotaciones de riego en determinadas cuencas hidrográficas, especialmente en el oeste peninsular (Duero, Guadiana y Guadalquivir). Esto ha condicionado los cultivos a sembrar e incluso su desarrollo. Los detalles dependen de la cuenca. El calor del verano ha agravado todavía más la situación. En los regadíos de esas cuencas no se pueden plantar y regar los cultivos habituales, sino que hay que retirar tareas de riego o bien cambiar los cultivos por otros que necesitan menos agua, lo que está impactando en las producciones de verano. Cultivos como el arroz han visto como su superficie caía un 90% en zonas como Extremadura (de 21.300 has el año pasado a 2.100 has este año) por las restricciones para el agua de riego. Además, sustituir el tomate para industria y poner en su lugar un girasol para sacarlo adelante con un poco de agua supone dejar sin funcionamiento a toda la industria de transformación y manipulado de tomate que hay detrás, con implicaciones importantes, aparte de que el rendimiento económico de uno y otro no tienen nada que ver.

En secano, donde el agua es el factor limitante, se están viendo afectados en muchas zonas cultivos leñosos como el viñedo y el olivar, que incluso entran en paradas vegetativas y sufren problemas de cuajado de fruto.

En el olivar es importante la afectación en las producciones por la sequía y las fuertes olas de calor, especialmente en los secanos en los que se espera muy poca cosecha (10-20% de una producción normal). Difícil que se recuperen las producciones de los secanos más duros. Posible recuperación en algunas zonas si hay buenas lluvias en otoño. Pero en general se está hablando de una producción por debajo del millón de toneladas, cuando nuestra media está alrededor del 1,3-1,4  millones de toneladas y hemos llegado a producir casi 1,8 millones de toneladas. De la escasa agua que se dispone en regadío, el impacto del incremento del coste es de hasta un 50-75% más que en años anteriores, concluye la COAG.

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