La recolección de la aceituna de esta campaña oleícola 2023-2024 ha finalizado. Ya es historia. Ahora toca hacer balance y prepararse para la próxima cosecha, confiando que las lluvias sean generosas y las olas de calor den una tregua y las temperaturas sean las propias de cada estación con el fin de favorecer el proceso de conformación y desarrollo vegetativo del olivo y de su fruto para que no se cumpla esa máxima que sentencia que no hay dos sin tres. Eso sería la puntilla. Veremos este miércoles qué previsión hay en materia de regadío en el pleno de la Comisión de Desembalse de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG).

Hemos cerrado la recolección con un invierno caliente, con el sector movilizado y echado al asfalto para demandar mejoras y soluciones a sus reivindicaciones, para las que el ministro de Agricultura ha movido ficha de manera rápida presentando un paquete de medidas con las que pretende poner remedio a gran parte de sus exigencias y preocupaciones. Otras administraciones, en cambio, parecen estar más pendientes de la puesta en escena y de exigir al contrario soluciones. Podrían empezar por dejar la confrontación y así se ganaría en credibilidad. Y pese a los avances que se reconocen, el sector productor entiende que aún hay recorrido negociador por delante para su concreción, por lo que mantienen su calendario de protestas.

Nos encontramos desde hace unos años en un escenario de fuertes turbulencias en el campo motivadas, fundamentalmente, por el incremento de los costes y por la emergencia y la crisis climática, que han traído fenómenos meteorológicos muy adversos, como la prolongada falta de lluvias y las reiteradas olas de calor, que han diezmado las dos últimas cosechas, con lo que esta circunstancia de escasa oferta tiene de efecto dominó: precios en máximos históricos, el peor rendimiento medio de la historia, impacto negativo en el consumo y su trasvase, primero por cambio de hábitos y luego por sustitución, a otras grasas, sin obviar el deterioro que puede repercutir en el buen trabajo de promoción que se ha hecho, en la apertura de nuevos mercados y en la consolidación de los emergentes, por no hablar de su descenso en los principales países productores.

Esta tercera peor cosecha del siglo XXI, tras la pasada 2022-2023 y la 2012-2013, estará una vez que se compute el dato de producción de febrero y los ajustes finales de campaña en el entorno de las 800.000 toneladas de aceites de oliva en España (el Ministerio pronosticó 765.000, el año pasado hubo 665.000). Igualmente, estará en el ámbito de lo augurado por el avance de cosecha (aforo) de la Consejería de Agricultura de la Junta de Andalucía, comunidad en la que se situará en la órbita de lo aforado: 550.000 toneladas (la producción en la campaña anterior fue de 513.000), mientras que en la provincia de Jaén, el territorio más productor del mundo, se aproximará más o menos a las 195.000, unas 20.000 menos de lo vaticinado (215.000), con una estimación de rendimiento del 21,24 por ciento cuando finalmente estará por debajo del 18, el más bajo de la historia. Una campaña que, en cualquier caso, es ligeramente superior a la pasada, en la que se produjeron en Jaén 180.000 toneladas.

No obstante, conviene puntualizar que el avance de cosecha de la Junta sólo afora aceituna y realiza una estimación del rendimiento medio graso atendiendo a los datos de las diez últimas campañas, de las que se excluye la mayor y la peor en términos productivos en cuanto a la previsión de dicho rendimiento. Y además tiene un margen de error del más/menos del diez por ciento, unas cifras que se cumplen para la aceituna aforada y que previsiblemente estarán dentro de ese margen para la estimación pronosticada para el aceite de oliva que finalmente se produzca una vez que se computen las cifras finales.

Por eso, el aforo, a pesar de todos los pesares, volverá a acertar, por lo que hay gente que debería sacar lecciones de esta situación, morderse un poco la lengua y hacérselo mirar cuando hablan, cuando hacen sesudos análisis apriorísticos y cuando se pronuncian públicamente sin el más mínimo rigor y sin fundamento alguno, más allá de sensaciones, impresiones y de oídas. El dato es el dato y la opinión es muy libre y respetable, pero sería aconsejable emitir juicios con un mínimo sostén argumental revestido de solvencia y apoyado en las pruebas irrefutables de las cifras, más allá del olfato y de la intuición que cada cual tenga. Esto no va de adivinos ni tampoco es una ciencia exacta, va de contar con un instrumento de estimación válido y de ayuda para el sector oleícola con el fin de que sus responsables puedan tomar las mejores decisiones y diseñar las estrategias más adecuadas.

*Asensio López, director de Oleum Xauen

Entradas recomendadas