Me voy a mojar. Me gustaría que el gran reto que tiene el sector productor de los aceites de oliva en esta campaña oleícola 2024-2025, entre otros muchos, sea el de una comercialización en el entorno de un millón y medio de toneladas a un precio medio de los cinco euros el kilo en el mercado de origen. Un buen equilibrio entre valor y volumen.

No es, o no debería ser, un objetivo voluntarista ni disparatado; es de justicia y es razonable. Por muchas razones. Primero porque el producto lo vale y el consumidor lo valora y lo paga. Porque no se espera una producción exagerada y abundante y porque, además, la historia reciente de estas últimas campañas ha demostrado que el consumidor suele ser fiel, en líneas generales, a la mejor y más saludable grasa vegetal. Por lo tanto, no debería ser un desafío descabellado e inalcanzable llegar a estas cifras.

Otra cosa es que se tensione el mercado más de lo debido por no sé qué motivos, o que no se defiendan unos precios justos, razonables y dignos para todos los eslabones de la cadena de producción en un escenario que no invita a pensar que haya condiciones objetivas para una tendencia bajista sin saber todavía cuál va a ser la producción final definitiva, cómo responde el mercado a nivel de oferta y demanda hasta que llegue octubre, además de ver cómo está la situación mundial a nivel global y barruntar cómo pinta la próxima cosecha.

No tengamos prisa, tampoco nos durmamos en los laurales. Moderación. El aceite de oliva se vende, el mérito está residenciado en venderlo con valor, sin precipitaciones ni desatinos, por parte de una oferta atomizada, desestructurada en un sector complejo y que no se organiza como  debería por los heterogéneos intereses existentes. Hora es que la oferta dé un paso adelante, adquiera dimensión, marque la pauta y se imponga para no banalizar más este producto. Eso sería lo suyo, pero me parece que eso es mucho pedir visto lo visto cuando llegan los momentos clave y cuando llega la hora de la verdad de valorizar y mantener unas cotizaciones mesuradas del oro verde. 

A este sector no le pueden temblar las piernas cuando, por ejemplo, dice de llover copiosamente, algo que siempre debería ser una alegría, una buena noticia; aunque, es muy triste que las precipitaciones puedan tener un componente psicológico negativo para la comercialización, como un efecto dominó.  Ya es hora que este sector deje de entrar en pánico o que se le enciendan las alarmas por cuestiones para las que no existe un objetivo sostén argumental para que bajen los precios, ni causas objetivas que así lo indiquen o haya un gran excedente, que no es el caso.

Entonces, vamos a otear el horizonte, con criterios profesionales, con decisiones competentes, sustentadas en la evidencia y en el rigor, nunca sin justificación porque lo único que se consigue es trivializar una actividad e infravalorar un producto que para nada es un commodity.

*Asensio López, director de Oleum Xauen

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