Una monografía del Informe Anual de Coyuntura del Sector Oleícola, que elabora la Cátedra Caja Rural de Jaén José Luis García Lomas de Economía, Comercialización y Cooperativismo Oleícola de la Universidad de Jaén que dirige el profesor Manuel Parras Rosa, concluye como “una realidad incontestable” que la cuenca del Guadalquivir “camina de forma decidida” hacia el monocultivo olivarero.

La monografía, que lleva por título “El agua en la provincia de Jaén. Retos de futuro desde la sostenibilidad”, ha sido elaborada por Vicente José Gallego Simón, de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA); Encarnación Moral Pajares, Antonio Garrido Almonacid y Blas Ogáyar Fernández, de la Universidad de Jaén, y Juana Nieto Carricondo, de Olivarum Fundación Caja Rural de Jaén.

En sus conclusiones puntualiza, no obstante, que esta realidad se ve complementada con otros cultivos leñosos, como el almendro, una tendencia que corre pareja a la intensificación de las explotaciones, ya sea por arranque de plantaciones tradicionales, ya por ampliación sobre terrenos hasta entonces ocupados por otros productos más demandantes de agua, como el algodón o el arroz.

Señala, además, que el valle del Guadalquivir lleva camino de convertirse “en uno de los reservorios más importantes de olivar o almendro de producción intensiva del planeta”. En este sentido, recuerda las 100.000 hectáreas de olivar superintensivo ya plantadas allí, lo que puede albergar el cinco por ciento de la producción mundial de aceites de oliva, o que el conjunto de terrenos olivareros regados en esta zona aglutina el veinte por ciento de los aceites de oliva obtenidos en el mundo.

La monografía alude a que “el agua es vida”, por lo que considera a este elemento “de primer orden, fundamental para la fijación de población en el valle del Guadalquivi”r, por lo que pide a la Administración en materia hídrica que tenga en cuenta esta circunstancia, al tiempo que insta al sector agrario a concienciarse de la necesidad de ser sostenible, un extremo que ha de pasar por el incremento de la eficiencia del regadío a través de “una constante inversión en la mejora de las infraestructuras capaces de ser cada vez más eficientes en el uso del agua”. Además, recalcan que el olivar es un cultivo que genera “un valor añadido indudable y supone, en muchas ocasiones una formidable red de seguridad para las economías rurales de la Andalucía interior”.

Sin embargo, se advierte de los riesgos de carácter ambiental a los que debe enfrentarse el olivar andaluz y jiennense en los próximos años, riesgos derivados de la “sobreexplotación de recursos hídricos en una cuenca claramente deficitaria; de la generalización de métodos de producción más intensivos en el uso de inputs y en donde la dependencia energética cada vez es mayor, de la contaminación y deterioro en la calidad del agua y la tierra, soportes imprescindibles para el desarrollo de la actividad agraria; o la pérdida de jornales derivada de la mecanización integral del proceso de recolección de la aceituna, algo consustancial a las formas hiperintensivas de producción “.

Alerta, igualmente, que caminamos hacia unos modelos marcados por la gradual desaparición del componente familiar en la gestión de la explotación, proceso que corre paralelo a la necesidad de una mayor profesionalización en dicha gestión, según asegura la monografía. En este contexto, la mayor productividad del olivar de regadío frente al de secano plantea como necesidad el tratamiento adecuado de los efluentes hídricos urbanos de la provincia jiennense y su reutilización en el riego agrícola.

Plantea, además, que desde el punto de vista de la calidad de agua de los regadíos “es necesario crear un observatorio permanente de la calidad de las aguas empleadas en el riego en relación con los contaminantes conocidos, así como de los emergentes y los derivados de ambos”. Y añade: “En relación con las EDAR (Estaciones Depuradoras de Aguas Residuales), hay que revisar la capacidad de estas plantas para eliminar el volumen y variedad de contaminantes emergentes y evaluar la situación de cada punto emisor y de cada cuenca”.

Aboga, por otra parte, por incrementar la investigación destinada a diseñar métodos analíticos para la detección y valoración de los contaminantes emergentes y sus derivados, desarrollando estudios ambientales, de biodisponibilidad, de degradación y de toxicidad, “y los laboratorios que dan servicio en materia de analítica de agua necesitarán adaptarse en cuanto a medios y técnicas para la detección de los contaminantes emergentes, además de los habituales, ya que la detección de muchos de ellos requiere de medios técnicos, a menudo muy sofisticados y costosos”.

Finalmente, desde el punto de vista energético, los autores de la monografía apuestan por la intensificación de la colaboración entre la Universidad de Jaén, distintas administraciones, como la Junta y la Diputación Provincial, y organizaciones representativas de los sectores agrarios y agroalimentarios a escala provincial implicados para que cooperen en la elaboración de un plan de actuación para el estudio y la creación en muchos lugares de nuestra provincia, “allí donde se pueda dar esa complementariedad de usos en almazaras y comunidades de riego, de comunidades energéticas a partir de la explotación de energías renovables”, concluye.

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