
Jaén superará las 500.000 toneladas de aceites de oliva en esta campaña oleícola 2024-2025, Andalucía el millón y España estará en el entorno de los 1,4 millones. De hecho, a finales del pasado mes de enero el territorio jiennense había producido ya 470.000 frente a las 445.000 pronosticadas, aunque con un rendimiento medio de dos puntos por debajo del estimado en el aforo (21,2%), pero eso sí con mucha más aceituna de la aforada.
Las cifras, como casi todo en la vida son relativas y hay que saber interpretarlas con la ponderación de los argumentos analíticos y con criterios que partan de enfoques objetivos y desapasionados. Por eso hay que examinarlas en su justa situación, contexto, dimensión y perspectiva. De lo que se trata es de conjugar y armonizar bien la ecuación valor, volumen y ahorro de costes.
Ocurre, sin embargo, que nunca están equilibrados ni en sintonía estos tres aspectos, por lo que consecuentemente en todas las campañas cojean algunos de estos prismas. No falla. Si la cosecha es media, media alta y ya no digamos alta, el valor se desploma o no es el que razonablemente debería ser. Y si es al contrario, crisis de oferta, los precios escalan de manera vertiginosa, con lo cual no se cierra nunca, por desgracia, la cuadratura del círculo.
Estamos de acuerdo que el mercado se autorregula por la ley de la oferta y la demanda, pero convendrán conmigo que estas dos últimas campañas han venido a desmitificar este aserto tan manoseado en el sector como cualquier tópico o mantra. Estas dos últimas campañas han venido a poner de manifiesto realidades jamás nunca vistas ni inimaginables, como vender aceites de oliva en el mercado de origen a nueve euros el kilo, con lo que está demostrado que parte de los consumidores pagan y valoran este producto, al que le son fieles a carta cabal, si bien es cierto que no todos.
Una lección, una enseñanza, una asignatura de la que poco se ha aprendido, al menos no se ha puesto en práctica, o no se ha interpretado como es debido: que se puede vender aceite de oliva a precios más dignos, razonables y estables. ¡Ay la ansiada estabilidad en este sector tan desestructurado!
Bien es verdad que los precios muy elevados resienten y menoscaban el consumo, pero entre las nubes y el suelo hay un término medio por el que el consumidor acepta transitar en términos de comercialización. Y ahí es donde el sector productor, el cooperativista, el almazarero, la mayor parte de la provincia de Jaén, los propietarios de olivar tradicional, deberían tener las ideas más que claras, terminantemente meridianas. Ni por exceso, ni por defecto. La misión es que le salgan los números para poder vivir dignamente de su producto, de su trabajo. Porque la avaricia puede romper el saco, pero la banalización también.
Por eso, ya es hora de que se piensen las estrategias más adecuadas para intentar cerrar la cuadratura del círculo del valor y el volumen, una tarea hasta ahora irresoluble y en la que se fracasa campaña tras campaña, un reto que parece misión imposible de conseguir por distintas causas, algunas de ellas por no tener una vocación y un espíritu netamente empresarial con una orientación al mercado de manera profesional y dejarse llevar por factores varios. El liderazgo no se proclama, simplemente se ejerce; o se debería de ejercer una campaña sí y las otras también. Recuerden que el producto se vende, el mérito y la virtud está en venderlo con valor y volumen y que tanto productores como consumidores queden moderada y discretamente satisfechos, sin tantas oscilaciones ni vaivenes.
*Asensio López, director de Oleum Xauen