Esta campaña oleícola 2022-2023 pasará a los anales de la histórica por haber sido inédita, insólita y por no haber tenido precedente alguno. ¿Qué ha pasado para ello? La emergencia climática ha traído una paupérrima cosecha y, además, hay unas malas expectativas de cosecha para esta nueva campaña que estrenamos, la 2023-2024. Por consiguiente, al estar la oferta muy desequilibrada respecto a la demanda, cae el consumo y suben los precios de forma inexorable porque si no el producto se agota y habría desabastecimiento en los mercados. Conviene recordar por si acaso que el mercado se autorregula siempre vía cotizaciones.
Y por eso los precios en el mercado de origen se han incrementado hasta romper todos los techos, lo nunca antes visto, en máximos históricos, pues se han duplicado desde que comenzó la pasada campaña hasta el final de la misma. Y mucho me temo que la situación continuará, al menos, hasta la primavera, porque va a haber poca disponibilidad de producto al quedar un enlace bajísimo, con escasa producción, por lo que es previsible que aumenten las importaciones para amortiguar en parte estas tensiones de precios.
Una situación que no beneficia prácticamente a ninguno de los eslabones de la cadena de producción. Pero, si no se explica de forma clara y nítida la actual coyuntura, y seguimos con los análisis superficiales y farragosos, le hacemos un flaco favor a los aceites de oliva porque pueden sufrir cierto desprestigio y descrédito en su buena reputación ganada a pulso a lo largo de las últimas décadas.
Por eso, de lo que se trata ahora es de sacar las mejores lecciones y conclusiones a esta inédita situación. La primera, que hay que mejorar la gestión y la planificación del agua con vistas al corto, medio y largo plazo. La segunda, que las administraciones tienen que aliviar la situación por la falta de jornales. La tercera, que no hay que bajar la guardia en materia de promoción y de nuevos mercados.
La cuarta, que hay extremar el control y las inspecciones para evitar cualquier tentación de fraude. La quinta, que hay que seguir insistiendo en las bondades y en las propiedades de la mejor grasa vegetal, a la que por cierto los consumidores, en general, siguen siendo fieles y no le han dado la espalda, pese al elevado precio de los aceites de oliva. La sexta, que hay que explorar, en la medida de lo posible, las herramientas necesarias para evitar estos dientes de sierra por defecto y por exceso con el fin de conseguir una cierta estabilidad en las cotizaciones en el mercado de origen. Y la madre de todas las lecciones, que tenemos que seguir ofreciendo la mejor calidad y excelencia.
*Asensio López, director de Oleum Xauen