Este 2024 que acabamos de estrenar estará monopolizado, en su gran mayoría, por hacer frente a la emergencia climática, por lo que imploramos agua para el campo y para los embalses, para el regadío y para el abastecimiento, para los cultivos y para el consumo humano, sin renunciar a exigir una mejor gestión y planificación del preciado líquido elemento.

Aunque habrá que estar pendiente de los asuntos rutinarios y tradicionales del día a día en materia oleícola, la prolongada falta de lluvias, las reiteradas olas de calor y las lluvias torrenciales, entre otros fenómenos meteorológicos, podrían capitalizar, un año más, la situación de un cultivo como el del olivar que demanda agua en cantidad y calidad para saciar su estrés hídrico y para volver a un ciclo normalizado de precipitaciones que permitan un año hidrológico húmedo con el que optimizar las cosechas desde la sostenibilidad y desde la rentabilidad.

Por eso habrá que estar muy pendientes a esta próxima primavera por si cambia el ciclo de pertinaz sequía y tenemos un ciclo vital del olivo normalizado desde el punto de vista de la floración, polinización y cuajado del fruto, que incidan de una manera positiva en una buena producción, sin que se desplomen los precios en el mercado de origen y sigan una tendencia de estabilidad y equilibrio que satisfagan los intereses de productores y consumidores; es decir, que haya volumen y valor, sin dientes de sierra, sin desequilibrios y sin tanta volatilidad.

Falta hace una campaña media-alta, con precios dignos y aceptables, que impulse de nuevo la comercialización y el consumo. Y eso sin renunciar a las tres C: calidad, comercialización y concentración. Y sin desistir respecto a otros indicadores que no son menores: sostenibilidad, rentabilidad, olivar tradicional frente a otras tipologías, cambio climático, nuevos mercados y nuevos consumidores, relevo generacional, armonización de normas internacionales, lucha contra el fraude e inspección, investigación, salud, economía circular…en fin una olivicultura más profesional, más digital y más ecológica.

Y luego habrá otros asuntos que también tienen su importancia, como que Jaime Lillo se ha convertido en este año en el primer español que dirige el Consejo Oleícola Internacional (COI) al ostentar la dirección ejecutiva en sustitución del tunecino Abdellatif Ghedira, con lo que asume este cargo por un periodo de cuatro años con posibilidad de una prórroga de cuatro más. Jaime Lillo es ingeniero agrónomo y cuenta con una dilatada trayectoria y experiencia en asuntos agrarios, tanto en España como en el seno de la Unión Europea. La candidatura de Jaime Lillo para dirigir el COI fue propuesta por el Ministerio de Agricultura de España y contaba con el respaldo de la Unión Europea, una decisión a la que se sumaron el Consejo de Miembros del COI, compuesto por 19 miembros (la Unión Europea participa como miembro único) y 45 países, además de numerosos países observadores como Estados Unidos, Brasil, Perú, entre otros, además de Bosnia-Herzegovina, que ha solicitado ser miembro del COI.

El Consejo Oleícola Internacional es la única organización internacional intergubernamental dedicada al aceite de oliva y las aceitunas de mesa. Tiene su sede en Madrid, desde 1959, donde se creó bajo los auspicios de las Naciones Unidas. El COI contribuye de manera decisiva al desarrollo sostenible y responsable de la oleicultura y constituye un foro mundial donde se debaten las políticas a adoptar y se abordan los desafíos presentes y futuros. Entre sus miembros actuales figuran las principales entidades productoras y exportadoras internacionales de aceite de oliva y aceitunas de mesa. Los miembros productores del COI representan el 98% de la producción mundial de aceitunas, y se localizan principalmente en la región del Mediterráneo.

Junto a todo ello, la candidatura de los Paisajes del Olivar a Patrimonio Mundial, las ferias, congresos, exposiciones, foros de índole diversa y otros muchos asuntos también tendrán su hueco en la agenda de este año que ha comenzado con la recolección de la aceituna en su recta final, con rendimientos medios bajos y con un sector oleícola un tanto alicaído por cuanto el escenario actual invita poco a tirar las campanas al vuelo por el pesimismo reinante como consecuencia de las dos cosechas tan aciagas que llevamos.

En cualquier caso, bienvenido sea el 2024, y aquí estaremos en las duras y en las maduras, como siempre, como lo está el olivo desde tiempos inmemoriales.  

*Asensio López, director de Oleum Xauen

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